Agradecimientos
Este es mi séptimo libro, después de Semiología psiquiátrica, El
complementario y su psicópata, Curso sobre psicopatía, Despojo, Fuera de quicio
y El jefe psicópata. En Mujeres ancladas en psicópatas me centré en la temática
de la complementaria, ese ser que puede tolerar la convivencia con el
psicópata, que deja su cuidado sobre las azucenas olvidado, como dice San Juan
de la Cruz, y que encierra en sí misma un misterio tan grande como el del
psicópata. ¿Cómo se entiende que un ser fresco y rutilante, con el abanico de
sus posibilidades intacto, se someta de pronto al manoseo, a la manipulación de
un ser básico que lo convierte en un estropajo, un esclavo que está dispuesto a
todo menos a la ausencia del psicópata? Y sin embargo, diariamente pasan por mi
consultorio estas mujeres clamando que las saque de esa trampa sin cerrojos,
que las ayude a quebrar ese cordón umbilical que nutre la relación con el
psicópata y que sólo ellos dos ven. Mujeres en las que se atisba un rico pasado
cultural y profesional y que tienen un presente opaco, embrutecido, hundido en
la sinrazón. Ellas me han dado sus testimonios con los que armé la red de este
conocimiento nuevo, este descubrimiento del vínculo entre la complementaria y
su psicópata. A cada una de ellas les digo que la salida es posible, porque si
han llegado al consultorio significa que el sufrimiento las ha agotado y es la
hora de remar para salir de ese oscuro riacho plagado de humillaciones,
torturas y menoscabos. Un remo lo tomo yo y el otro se lo entrego a ella: si
rema la huida está asegurada, si no rema giraremos en círculos. Cada movimiento
del remo es doloroso, desgarrador, pero con cada palada nos acercamos un poco
más a la luz, a esa esencia de su persona donde aún habitan la paz, el color y
la risa. El libro que tiene en sus manos, lector, no hubiese sido posible sin
la ayuda imprescindible de Silvia Galgano, Patricia Mendes Sequeira, Cynthia
Esteban, Nora Gelso, Mónica Arcas, Pamela Marietan, y las lágrimas de todas las
complementarias que se acercaron a mí.
Dr. Hugo Marietan, Buenos Aires, 1 de marzo de 2011
Breve Curriculum
Hugo Marietan nació en Buenos Aires en 1951. Se recibió de médico y de
psiquiatra en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires.
Trabajó en los hospitales psiquiátricos Moyano, Estevés y Borda. Como docente
dictó por veinte años el Curso de Semiología y Clínica de la Psiquiatría en el
Hospital Borda, experiencia que plasmó en su libro Semiología Psiquiátrica que
va por su cuarta edición. Desde hace más de dieciocho años se dedica a la
investigación de la psicopatía, siendo el descubridor del vínculo que se
establece entre el psicópata cotidiano y la persona que puede convivir con él
-el complementario-, descubrimiento por el cual es reconocido
internacionalmente y que generó El complementario y su psicópata, libro que
resume estas investigaciones. También escribió Curso sobre psicopatía, los
extravagantes, orientado a psicólogos y psiquiatras, y El jefe psicópata. Es
miembro de la Asociación Argentina de Psiquiatras donde es responsable del
Capítulo sobre Psicopatías, al igual que es coordinador del área de Trastornos
de la Personalidad en los congresos internacionales de Interpsiquis, de España,
en su portal psiquiatria.com. Es director de la Revista de psiquiatría Alcmeon.
Escribió numerosos artículos sobre la especialidad y ha dado conferencias
nacionales e internacionales sobre este tema. Su página,www.marietan.com, es consultada por
los estudiosos de la psicopatía, por los que la padecen, y es de referencia en
los foros judiciales.
La demencia del psicópata
Los ojos delatan la locura, oscuros, idos, de movimientos rápidos,
muestran la confusión de la mente que los controla. Con pasos lentos,
desorganizados, camina arrastrando los pies, como siempre, pero más acentuado.
Te mira y no conoce. Incapaz de coordinar las frases, con la barbilla temblona
y una boca desdentada, balbucea y se enfada cuando no le salen las palabras que
quiere decir. Mi padre, consciente de su dificultad, protesta de su vejez.
Enjuto y aparentemente frágil, no tiene padecimiento de nada, salvo la demencia
que se come su cerebro, que aterradora avanza como un bólido deseoso de llegar
a la meta.Pero sigue siendo él y su complementaria, mi madre -anciana también-,
no lo abandona, fiel compañera, y alimenta el circuito mientras los demás
enloquecemos a su alrededor. Nadie comprende qué pasa, porqué esa
irracionalidad, y yo no lo digo, porque no me creerían, pero lo sé: mi padre
actuará como el psicópata que es hasta el final. Al igual que mi madre que,
incapaz de soltarse, intenta por todos los medios, seguir nutriendo su mundo
psicopático, aunque vaya, como siempre ha sido, en contra de sus hijos.Cada vez
que buscamos una solución para ayudarla, que pasa por separarla de él, la boicotea.
Mis hermanos, turbados, preguntan: ¿pero por qué no se deja ayudar? Mi madre no
puede dejarlo, no lo hará por las buenas, y si tiene que renegar de nosostros,
lo hará. Ambos son uno, y mis hermanos no lo comprenden. Mi madre no lo ama, no
lo soporta y quiere vengarse ahora que lo ve débil, ella crece ante su
incapacidad, pero si intentamos evitar que sufra, o procurarle calma,
descargarla del peso, se resuelve contra nosotros. Desconcertados, enloquecemos
casi tanto como el psicópata.Lo que más me llama la atención es ver la
confusión que la desaparición de la fuerza del psicópata provoca en el grupo.
Sin esta fuerza que tiranizó sus vidas, parecen ahora desorganizados, confusos,
inseguros hasta las lágrimas, van y vienen intentando cambiar algo que es
totalmente imposible de cambiar. Con grilletes psicológicos dan traspiés, giran
y caminan buscando la salida de un círculo que no se abrirá, salvo que ellos
mismos lo abran. Pero ¿cómo hacer si no tienen ni idea de donde están?
Paloma de Málaga, España, diciembre 2010
Introducción
Este libro tiene como propósito transcribir las experiencias de personas
que han convivido con psicópatas, o han mantenido una relación de largo tiempo
con ellos. Nos centraremos especialmente en la ecuación
"complementaria-psicópata", dado que en la práctica, el porcentaje de
mujeres que se relacionan con psicópatas es muy superior al de varones
relacionados con mujeres psicópatas. Intentaremos contestar algunas cuestiones
que surgen inevitablemente al investigar sobre estos circuitos, preguntarnos,
por ejemplo, cuáles son las condiciones o características que tiene la
complementaria como para tolerar las alternancias de la conducta del psicópata;
la especial y selectiva negación de la realidad psicopática que está viendo; el
adormecimiento de la complementaria para ubicarse en la condición de
"cosa" en que la ha colocado el psicópata, y finalmente, los indicios
del despertar de este extraño y complejo sueño.
Rasgos de la complementaria
Acerca del primer punto, las características de la complementaria,
podemos decir que estas mujeres tienen factores comunes entre sí y, a su vez,
características distintivas que las separan de la mujer común. Una de estas
características distintivas es el aburrimiento, o al menos, una actitud neutra
frente a la relación con un hombre común. La complementaria, antes del
encuentro con el psicópata, parece esperar que sucediera algo extraordinaria en
su vida. De adolescentes, en medio de la tormenta hormonal, tratan de buscar
varones que se destaquen en alguna actividad. Son selectivas y exigen del varón
que éste complete un protocolo con puntos sobresalientes como para acercarse a
él. Sin embargo, esta característica selectiva hacia los varones comunes no es
totalmente captada por la propia complementaria; es más, ellas se consideran a
sí mismas como mujeres sencillas, pero que como resultado de un interrogatorio
fino y atento, sobresale que no se conforman con lo dado y que siempre están
buscando más de lo que una relación común les puede dar. Muchas de ellas se
refugian en carreras universitarias, empresariales o comerciales como u soporte
que les permite dilatar el conformar una familia con un hombre común y, cuando
una vez recibidas conforman una familia, la relación es sólo formal y con un
tibio contenido afectivo. El analista se da cuenta de esto porque el acento
está puesto, ya sea en la continuidad de la carrera profesional o comercial, en
el marcado desdén por las tareas del hogar y la atención de los chicos, o bien,
por una exagerada atención hacia los hijos y hacia los aspectos formales de las
relaciones sociales de una pareja, es decir, máscaras del aburrimiento.
La fisura afectiva
En su historia vital se observan fisuras afectivas, producto de
relaciones familiares anómalas, maltratos, o directamente descalificaciones por
parte de algún familiar, que no necesariamente es la madre o el padre, sino
otro familiar significativo, o en el peor de los casos, tienen un familiar
psicópata que las condicionará en el futuro a la relación con psicópatas. A
pesar de esto, muchas de ellas han sido líderes en su adolescencia; de hecho,
ya adultas, y como consultantes como complementarias, se observa que la enorme
mayoría son profesionales destacadas, empresarias, o tienen alguna
característica social sobresaliente. Otras, aparecen en el consultorio,
apagadas y grises después de una relación de diez o quince años con un
psicópata, pero si se inquiere sobre las características de su adolescencia y
su adultez joven, se ve que cumplen los requisitos que mencionan anteriormente.
He tenido varios casos de complementarias que nunca han ejercido su profesión
universitaria por mandato del psicópata, y han sido reducidas por ellos a
cumplir sólo con su rol de amas de casa.
El encuentro con el psicópata
Este esperar de la joven complementaria de que le suceda algo
extraordinario en su vida, lamentablemente a veces se cumple de la mano del
psicópata, y es justamente este factor el que explica el deslumbramiento casi inmediato
que siente ante el psicópata, a quien ella capta como ese ser distinto, que de
hecho lo es, que por fin ha llegado a su vida para darle el tan esperado cauce
a una larga postergación. Tal vez esto dé cuenta del porqué la complementaria
hace caso omiso a las evidentes alarmas ante las conductas extravagantes del
psicópata en el inicio de la relación. Esas extravagancias y rarezas
conductuales son justamente las señales que la complementaria necesita para
determinar que está ante un ser muy alejado del común, que genera, por un lado,
temor, y por otro lado, una gozosa expectativa. Y el psicópata es cualquier
cosa menos aburrido. La complementaria se encuentra en una relación donde el
varón la hace sentir la mujer más especial, más interesante y la única que
puede estar con él. Estas grandilocuencias verbales del psicópata, lejos de
provocar el rechazo inmediato ante la desmesura, incrementan la fascinación de
la complementaria. En este caso el psicópata sabe cómo estimular el ego de la
complementaria, aunque las mismas palabras y halagos emitidos por un varón
común provocarían la burla de la complementaria: El otro elemento que la
mayoría refiere es sentir una integración inmediata con ese ser extraño, de
manera que el tiempo habitual requerido en una pareja común para lograr armar
un "nosotros" imperfecto se convierte en un "flash", en una
inmediatez absolutamente inusual. Ellas dicen: "lo vi, nos miramos,
hablamos, y sentí que los dos éramos una sola persona". A tanto llega esta
integración inmediata que no le resulta extraño que el psicópata le proponga
matrimonio a los pocos días de conocerlo, o que en el primer encuentro le
confiese que está total y absolutamente enamorado de ella, situación que, lejos
de provocar la normal inquietud o descreimiento ante tan abrupta e impropia
declaración, provoca una asonancia y armonía en las cuales la complementaria
está totalmente de acuerdo.
¿Cómo atrae la complementaria al psicópata?
¿Qué es lo que atrae al psicópata de la complementaria? Mejor expresado,
¿qué es lo que hace la complementaria para atraer al psicópata? El psicópata es
un depredador, es un ser que siempre está buscando una presa, algo que le pueda
ser útil para conseguir sus objetivos y, rara vez elige a una mujer común dado
que, en primer lugar, la mujer común huye del psicópata porque las rarezas y
anormalidades en las conductas le provocan el suficiente terror como para
desligarse de él y, en segundo lugar, el nivel de tolerancia no es el
suficiente como para someterse a los grados de sumisión que exige el psicópata.
Lo que la complementaria le muestra al psicópata es su insatisfacción profunda,
su hambre de novedad y su hastío, que él puede visualizar detrás del ropaje
formal que presenta la complementaria. Este ropaje formal de la complementaria
es el que la asimila al resto de las mujeres, de tal forma que sus amigas y sus
familiares dicen de la complementaria "que era una chica común hasta que
cayó en manos del psicópata", pero el psicópata logra ver detrás del
disfraz de la complementaria y captar ese aburrimiento y hambre de novedad.
Ocurre que el psicópata es una persona básica; para él todo el ropaje, el
disfraz de las costumbres culturales, no son más que eso, y va a la animalidad
de las personas, terreno donde él se mueve a la perfección. La mujer común está
muy apegada a los usos y costumbres, de tal forma que la observación de esos
usos y costumbres son tan importantes como sus necesidades vitales; así es que
muchas de ellas abandonan las relaciones con varones que se ajustan perfectamente
a sus necesidades vitales, pero que no cumplen los requisitos formales de los
usos y costumbres. La complementaria, en ese sentido, es distinta, y es
justamente eso lo que capta el psicópata, pero más que nada, es la
complementaria la que se da cuenta de que ese ser distinto está mirándola en
sus esencias básicas, y con desprecio de los elementos formales. Es una especie
de juego clandestino, ya que ambos conservan hacia los demás los usos y
costumbres comunes, pero para sí se relacionan con estos factores básicos en la
relación varón-mujer. Por lo que vemos es una doble captación; por un lado, el
depredador que olfatea a su presa y, por otro lado, la presa, que emana los
aromas necesarios para atraer al depredador.
Lo que dice la complementaria
En el discurso de la complementaria estas distinciones están adornadas
de elementos aparentemente comunes, por ejemplo: dicen que las atrajo tal o
cual cualidad del psicópata, por lo general se refieren a su inteligencia, a
veces su humor, o a ciertos rasgos de audacia que presenta el psicópata.
Algunas, dicen: "me parecía un muchacho común", pero si se las lleva
con paciencia por interrogatorios hacia los primeros pasos de la relación se
descubren estos elementos que estamos mencionando. Algo que oscurece aún más
esta dinámica es que cuando la complementaria se presenta a la consulta es un
ser desgastado, apabullado, y se esfuerza en su papel de víctima de la
relación. Hay tanto resentimiento, deseos de venganza, odio y complejas
atracciones, y por sobre todas las cosas, decepciones, que hacen que la
complementaria desdeñe estas sutilezas iniciales.
A través de los capítulos que siguen vamos a ir desgranando el resto de
las características de este circuito, pero primero debemos contestar la
pregunta básica: ¿Qué es un psicópata?
¿Qué
es un psicópata?
No
hablamos en este capítulo del psicópata exacerbado, el asocial: el asesino
serial, el violador secuencial, ni del perverso intenso, sino que hablamos del
que he llamado "el psicópata cotidiano": el que ejerce su psicopatía
en la pareja, en la familia, en el lugar de trabajo, en el club, aquel que
muestra sus rasgos psicopáticos y no es señalado como asocial.
¿A
quién llamamos psicópata?
Un
psicópata es una persona. Hago un alto acá, porque varios de los damnificados
por la relación con un psicópata no lo llaman "persona", ni mucho
menos. Por lo general se refieren a él con un insulto, "el gran h de
p". Pero, subjetividades aparte, es una persona. Con mayor precisión
diremos que es una forma especial de personalidad. Es una manera de ser en el
mundo que se distingue del grueso de la población. ¿Por qué característica? Por
tener necesidades especiales y cosificar a las otras personas.
Necesidades
comunes y especiales
Es
propio de la naturaleza de los seres vivos tener necesidades: necesitar de lo
externo para sobrevivir (nutrientes, resguardo, reproducción, y demás). Pero
las necesidades comunes son consensuadas y comprensibles. Es decir, la inmensa
mayoría las comparte: necesidades de alimento (y un modo de hacerlo), necesidad
de los otros (por seguridad, por debilidad individual), y otras. Estas
necesidades las entendemos (intelecto) y las comprendemos (empatía y vivencias
similares). Son necesidades típicas, comunes. Entonces, ¿qué sería una necesidad
especial? Es una necesidad que el común no acepta, no consensúa o le repugna.
Por ejemplo, preferir como alimento la carne humana (canibalismo) en un espacio
y tiempo culturalmente inaceptado; la exacerbación del poder; ejercitar el sexo
(sexuar) con infantes (pedofilia), o sin el consentimiento de la otra persona
(violación)...
La
cosificación
¿Y
la cosificación? Es quitarle la jerarquía, el valor de persona del otro y
tratarla como una "cosa", como algo que se usa y se tira, como algo
sobre el que se permiten maniobras y manipulaciones que serían indignas en una
persona. Sobre una "cosa" se puede realizar cualquier acción sin el
displacer interno (culpa) por las consecuencias de esas acciones. Es un tipo de
impunidad interior que tiene el psicópata. En su mente parece haber un juez
benevolente que prioriza las necesidades del propio psicópata por sobre las
consecuencias negativas en las otras personas. "El fin justifica los
medios", enuncia este juez maquiavélico. Y ésta es una de las claves para
acercarnos, al menos un poco, a entender intelectualmente cómo funcionan estas
personas especiales: tú, el que está con el psicópata, no eres tratado como un
igual a él, sino como algo inferior, desechable, como una cosa. Grandes son los
lamentos de los complementarios (los que conviven con psicópatas) al darse
cuenta de que no son valorados como personas. Porque el psicópata sólo ve en
ellas la utilidad para sus fines y sus objetivos transitorios.
¿Cuántos
son? Alrededor del 3% de la población. Sobre una base, en Argentina, de
40.000.000 de habitantes, serían 1.200.000. ¿Todos varones? No, la relación es
de tres hombres a una mujer, O sea que contamos con unas 300.000 psicópatas
mujeres.
Rasgos
de psicopatía
1)
Los psicópatas siempre trabajan para sí mismos.. A veces parece que son
altruistas, generosos, desprendidos. No confundirse: están invirtiendo, en
algún momento sacarán el jugo a esas inversiones y a esas dádivas. Hemos tenido
las experiencias de políticos esforzados "por la patria", "por
la recuperación del ser nacional", "por la patria grande",
"por los desposeídos", todos objetivos muy gregarios pero, hilando
fino, sólo estaban trabajando por cumplimentar sus necesidades especiales de
poder.
2)
El psicópata no muestra acciones psicopáticas en el 100% de sus conductas. Esto
confunde mucho a los comunes, que creen que un psicópata debe mostrarse
constantemente en conductas atípicas o asociales. No. Al contrario. La mayoría
de esas conductas son adaptadas y sólo en un pequeño porcentaje se muestra como
psicópata y no con cualquiera que...
3)...
el psicópata muestra su psicopatía con el complementario (el que convive con
él), con otro psicópata (cuando se asocian para lograr un objetivo --bandas de
delincuentes, partidos políticos, empresarios--), o cuando actúa sobre personas
comunes (cuando las viola, las asalta, las estafa, las mata, etcétera).
4)
Es de difícil identificación. Por lo general, pasan desapercibidos. Algunos son
gentiles, amables, tienen el "don de gente", son seductores, hasta
fascinantes (los hay también muy desagradables, pero lo trataremos en otro
trabajo) Y ejercen su psicopatía solapadamente en ámbitos separados de sus
lugares habituales.
5)
Suelen ser bifrontes. Como Jano, el dios de la mitología romana, los psicópatas
presentan dos caras: una, frente a los complementarios y a su familia, y otra,
frente al resto de la sociedad. Suelen ser tiránicos, déspotas, agrios,
callados con su familia, y sociables, agradables y solícitos frente al resto de
las personas. De tal forma que los "amigos" externos a la familia no
dan crédito cuando un complementario o un hijo de psicópata les dice cómo es el
comportamiento del psicópata dentro de la familia.
6)
Convencen. Suelen ser carismáticos y seductores. Convencen a los demás, a
veces, francamente, los fascinan para que sigan sus proyectos o sus intereses.
Las herramientas que usan son: una perspicacia especial para captar las
necesidades y debilidades del otro, la capacidad de "expandir" la
libertad en el reprimido, la mentira (son verdaderos artistas de la mentira),
la coerción, la actuación (son actores natos).
7)
La desmesura. En sus hechos psicopáticos, y si se observa bien se da también en
los hechos cotidianos -sobre todo en los relacionados con la afectividad-, el
psicópata sobrepasa o no llega al rango normal que se da en el accionar común.
La falta de empatía y la escasez de tonalidades emocionales contribuyen a su
desmesura. Por ejemplo, ante la muerte de un familiar muy querido por toda la
familia el psicópata no manifiesta ninguna emoción y se limita a decir: "
estaba vieja y enferma, es normal". Otro ejemplo más común es el desmedido
uso del celular para comunicarse con la complementaria: "Me llama o me
envía SMS más de veinte veces al día", dice una de ellas, y cree,
erróneamente que es una muestra de interés y atención sobre ella, pero en
realidad es una forma de control y de manipulación del psicópata cotidiano.
8)
Minan la autoestima del otro. Trabajan cual escultor tallando todos los valores
del complementario hasta eliminar, muy de a poco, todos los valores que lo
sustentan como persona (la dignidad), hasta convertirlo en un ser dependiente y
demandante de los caprichos del psicópata (un esclavo). Este es un "proceso"
nada agudo ni torpe. Se hace con lija fina, pero constante y sin pausa. Y la
mayoría de las veces el complementario no es consciente de la profundidad de su
deterioro como persona. Ante la alarma general de su familia de origen, de sus
amigos, que lo ponen sobre aviso del desastre, el complementario hace caso
omiso de las advertencias y sigue obnubilado tras el mandato del psicópata
quien, a sabiendas de esto, lo que hace es llevarlo a un...
9)...
aislamiento. El psicópata aísla al complementario y a toda su familia. Toda
persona que puede interferir en su poder interno es descalificada,
menospreciada (sutilmente, desde luego) hasta que el complementario "se da
cuenta" de que esa persona es negativa para él. Así se va quedando sin
amigos, primero, luego in relación con los hermanos ni con sus padres, y su
único sostén es... el psicópata.
10)
Uso y abuso. Llegado a este punto, el complementario ya está preparado para el
uso y abuso por parte del psicópata quien, ahora sí, muestra su cara más
desagradable y tiránica, pero ya no tiene a nadie que lo pueda confrontar.
11)
Un largo sueño. La relación psicópata-complementario hunde su anclaje en lo
irracional. Nada lógico puede explicar esta unión. Sin embargo, es muy sólida y
reincidente. La persona sometida a un psicópata parece sumida en un largo
sueño, un vaho de realidad nubla todo lo relacionado con lo negativo de la
relación. Aquí los argumentos de los ajenos al circuito psicopático chocan con
una barrera incomprensible, puesta por el mismo complementario que se queja,
pero que daría su vida por seguir con el psicópata.
¿El
psicópata debe someterse a un tratamiento? ¿Cuándo un terapeuta puede incidir
terapéuticamente sobre la psicopatía de un psicópata? Nunca. ¿Cómo tan
categórico? Muy sencillo. La psicopatía es una manera de ser. No es una
enfermedad, ni algo adquirido por malos tratos infantiles, es decir, no es algo
aprendido. Es así. La historia de este tema muestra ejemplos de todo tipo de
terapias, y el resultado es el mismo. Siguen siendo lo que son ¿Pueden
modificar su conducta? Sí, si eso los va a beneficiar en algo. Por ejemplo,
pueden actuar de "presos modelos" porque saben que eso les reduce la
pena un 30%. Pueden asistir a terapia porque el complementario, cuando es
huésped y el psicópata es parásito, le exige que lo haga. En fin, cuando le
conviene.
¿Cuándo
el terapeuta puede asesorar al complementario? Cuando el complementario se
agotó en la relación (el efecto del psicópata sobre el complementario es como
el de un vampiro energético: chupa las ganas, el ánimo del complementario,
quien suele parecer un "anémico" por lo desgastado). O cuando el
psicópata lo deja por otro. Pero, nada se puede hacer cuando el circuito
psicopático está vigoroso y el complementario duerme el sueño de los esclavos.
Bien, el complementario viene a consulta, ¿entonces qué hacemos? Esto se los
contaré en los próximos capítulos.
¿Quién
no es un psicópata?
No
son psicópatas, pero lo parecen
A
menudo las mujeres consultan por estar en pareja con varones que les resultan
ríspidos en su accionar y suelen confundir con psicópatas. Para hacer una
adecuada distinción damos las características de algunas de estas personas y su
diferencia con el psicópata.
Mujeriegos
Existen
distintos tipos de mujeriegos. El fogoso,
empujado por sus hormonas, está constantemente buscando una mujer, sin
discriminar mucho, con la cual saciar su imperioso apetito. Lo caracterizan la
frecuencia de relaciones sexuales y la avidez por el acto sexual en sí, en
detrimento del cortejo previo a la relación. Son machos que agotan a sus
parejas y suelen ser necesariamente infieles, dado que una mujer no suele
bastar para calmar su voracidad sexual. Por otra parte, la mujer común se
siente sexualmente inquieta ante la presencia de estos hombres, independientemente
de su aspecto, posiblemente por el hecho de que captan esta avidez sexual. Sin
duda son la pareja ideal para una mujer fogosa, pero una fatiga para la mujer
normal y un calvario para la mujer fría. Su prolífico accionar sexual sólo se atenúa
cuando es muy añoso. Hay casos de hombres de más de ochenta años que mantienen
su vigor, por lo tanto la mujer que espere que estos hombres sean fieles deben
perder toda esperanza. No hay aquí una intención de dañar o de ofender a su
pareja, sino que esto es pura necesidad biológica, que incluso, a veces, llega
a molestar moralmente al fogoso, pero, desde luego, no es algo que pueda
dominar. Ninguna mujer comprende esto, así que la mujer satisfecha y gozosa es
igualmente quejosa por las reiteradas andanzas extramaritales. Cuando conforman
pareja con una mujer fogosa suelen llevarse de maravillas en lo sexual, pero
suelen ser batalladores en la convivencia. Son esas parejas de las que los
amigos no entienden por qué siguen juntos, ya que discuten continuamente, y a
veces suelen ser altamente agresivos entre ellos, pero lo que los amigos no
saben es que estas batallas verticales se solucionan en la horizontalidad. Estos
hombres suelen tener un magnetismo especial e impulsan a las mujeres a tomar la
iniciativa del requerimiento sexual. La hija de uno de ellos me decía: "mi
padre tenía un puesto de diarios y yo lo ayudaba algunos días, y era increíble
como las mujeres directamente le venían a proponer, sin que él hiciese nada, un
encuentro o una cita. Yo, como vivía en el barrio, las conocía; había casadas,
solteras, viudas, delgadas y gruesas, y mi padre era de pocas palabras, de un
trato seco, diría; sin embargo, ellas venían una y otra vez detrás de su
objetivo". Era un seductor pasivo, ya que él no hacía nada para conquistar
a las mujeres. El infiel es mentiroso por necesidad.
El seductor empedernido se
caracteriza por disfrutar de los pasos previos a la relación sexual. Es un
experto en cortejo. Ha adquirido la técnica del acercamiento hacia la mujer y
el rito necesario para entrar suavemente en su interior. La mujer se da cuenta
de que está en presencia de uno de ellos por las galanterías y la falta de
apresuramiento en conseguir el objetivo principal. Son muy cuidadosos con su
presencia, en los detalles de su vestimenta y en la mesura de sus gestos. Son
delicados, sutiles, pero no dejan lugar a dudas de sus intenciones; la técnica
es acercarse sin asustar. En realidad el seductor necesita tiempo para conocer
con qué tipo de mujer está para encontrar los puntos vulnerables y las claves
que le permitirían artísticamente poseerla. Otro factor ponderable es la
extraordinaria capacidad que tienen de comunicarse verbalmente y encantar con
la palabra. Saben a quién, cómo, cuándo, dónde y de qué hablar. He conocido
hombres que eran tan hábiles con su labia que eran capaces de conquistar, o al
menos iniciar los pasos previos de una conquista sólo hablándoles mientras
ellas caminaban por la calle, al parecer, indiferentes; y algunas mujeres me
han confesado que no se pueden resistir a un hombre que las piropee y las sepa
halagar con palabras. Hay una variedad dentro de estos seductores que se
enamoran más de su técnica que de la dama, y cuando consiguen "el sí de
las niñas" siempre tienen una excusa para no concretar la relación sexual.
Este rasgo los emparenta con la histeria femenina, donde la apariencia genera
situaciones eróticas que nunca llegan a concretarse.
El hombre de las dos casas.
Este personaje no se contenta con formar una familia y tener una amante, sino
que amplía sus aspiraciones hasta formar una familia paralela. Estas relaciones
pueden mantenerse por muchos años con un acuerdo tácito de las mujeres
involucradas. Bien sabemos que se puede engañar a una mujer por poco tiempo,
pero jamás por años. Por lo general suelen ser personas no agresivas y buenos
proveedores con sus dos familias, pero no se pueden desprender de ninguna de
las dos.
El
picoteador. Este tipo de infiel gusta de las aventuras esporádicas y con
diversas mujeres. Es un amante exprés. Cuando no puede ejercer esta actividad
con mujeres comunes, las realiza con prostitutas. Salvan su responsabilidad
diciendo "que ellos tienen un amor y que las relaciones sexuales
esporádicas no afectan en nada su relación familiar, ya que no significan nada
para ellos". El doble enamorado es aquel que aparte de su pareja tiene una
amante estable, y la amante es consciente de la presencia de la otra pareja,
pero la situación de su marido le es desconocida a la mujer oficial. Por lo
general la amante tiene características que suplen algunas de las falencias de
la mujer oficial, según el gusto del doble enamorado. Es aquel que tiene
escapadas de fin de semana con su amante argumentando salidas de trabajo o
congresos, etcétera. Está situación es duradera porque la amante disfruta de un
tipo de hombre solícito, por lo general generoso y sin las rispideces de la
convivencia; y la mujer oficial tiene un hombre tranquilo que no suele generar
problemas de convivencia.
Contra
toda esperanza de las mujeres que consiguen formar pareja con mujeriegos, a
quienes han conocido precisamente por esta característica de ser
conquistadores, debo decirles que, si bien su rasgo distintivo puede atenuarse,
tal vez por la vida en pareja, o incluso puede transcurrir un período de latencia
al inicio de la relación en el que logre controlar, hasta un punto, sus
apetencias hacia las otras mujeres, tarde o temprano el hábito retornará y
siempre seguirán siendo mujeriegos. Si una mujer es muy celosa debe desistir de
relacionarse con este tipo de hombre, y si no lo es o está muy enamorada de él,
debe tolerarlo tal cual es y no plantear una guerra eterna e infructuosa, ya
que no cambiará.
Diferencias
entre el mujeriego y el psicópata conquistador
Los
mujeriegos que hemos descripto aquí se satisfacen con conseguir, ya sea la
relación sexual en sí, o sentirse favorecidos por las mujeres; y algunos, como
en el caso del doble enamorado o el hombre de las dos casas, con la ternura y
el disfrute de una familia aparte. Es decir, estos mujeriegos son
cuantitativamente distintos del hombre común, que es más sosegado en este tema,
y se acerca más a la monogamia. El psicópata es cualitativamente diferente en
este rubro, ya que la seducción y la posesión de la mujer es una mera
herramienta para conseguir otros fines más complejos, a saber: Con la seducción
tal vez consigan ser mantenidos económicamente por la dama en cuestión,
psicópatas-parásitos; o pueden conseguir poder, ya sea en el sentido económico
o porque la mujer esté muy bien relacionada con factores de poder y le sirva de
escalón para sus propósitos. Otro uso que hacen de las mujeres los psicópatas
es el de construir una fachada de familia que los haga mejor presentables ante
la sociedad para satisfacer sus necesidades especiales, como es el caso de
empresarios, cuyo crecimiento depende de las relaciones, o bien de los
perversos, donde la fachada familiar es útil para ocultar sus oscuras
inclinaciones. El psicópata, que desconoce el sentimiento del amor, le da un
sentido utilitario a la mujer, y puede, incluso, convertirla en una cómplice de
sus acciones ilícitas.
Manipuladores
El
"ventajita" es una mezcla de manipulador y mentiroso con una excusa
siempre presente para justificar su inacción laboral y su parasitismo sobre la
pareja. No suelen ser agresivos, al contrario, pueden ser muy amigables, hasta
simpáticos, y muestran la cara de aquél al que la vida no le ha dado la
oportunidad adecuada. Siempre está hablando de sus potencialidades trabadas por
el medio, el país, o cualquier otra situación de la vida. Lo importante es que
este tipo de hombre abusa económicamente de las mujeres, o bien el mayor peso
económico lo lleva la mujer, y él se limita a hacer tareas menores con mucho
tiempo libre; a veces suplen a la mujer en las tareas del hogar. Este
"ventajita", cuando es confrontado por la mujer, que a veces se cansa
de ser el "buey" que arrastra la casa, asume un papel lloroso hasta
reinstalar la lástima de su compañera, que lo vuelve a aceptar como parásito.
Por lo general la mujer que se aparea con estos hombres es de carácter fuerte,
dominante y de alguna manera le satisface el aspecto sumiso con que suele
investir su personaje "el ventajita". Al volver de su trabajo, por
ejemplo, la mujer se encuentra con la casa ordenada y la cena preparada. Cuando
se le pregunta a la mujer porqué sigue esta relación responde que "a pesar
de los déficits que ve en él, en realidad se siente cómoda y que, salvo el
detalle de que trabaja poco o no trabaja, es un excelente compañero y una buena
persona". El problema surge cuando la afectividad de la mujer se agota o
aparece un tercero que le es más apetecible que el parásito, y es ahí donde se
corre el velo y la mujer lo puede ver tal cual es, un ser ocioso que la ha
estado manipulando durante toda la relación. Los argumentos recurrentes del
"ventajita" son: que si estuviese en otro país apreciarían el talento
que no puede desplegar en un lugar de cuarta como en el que está viviendo. Por
ejemplo, un actor decía que de ninguna manera iba a hacer pequeños papeles actorales
o comerciales porque él era un actor eximio para grandes obras de teatro que,
por supuesto, nunca le ofrecían. Dentro de estos ventajitas también están los
estudiantes crónicos que prometen que 'el año que viene obtendrán el título', y
que cuando trabajen como profesionales podrán compensar todo el sacrificio de
la mujer por mantenerlos, pero ese famoso 'año que viene' nunca llega. ¿Por qué
no consideramos a este vividor como un psicópata? Porque si bien es
manipulador, mentiroso y con vicios de explotador, conserva la empatía y el
trato de persona hacia la mujer y aporta, a su manera, elementos positivos a la
relación en sí, como suplir a la mujer de tareas menores o brindarle un trato
cariñoso y sin rispideces. Es, en definitiva, un vago con argumentos.
El psicópata parásito es
un parásito contundente; se nota la cosificación y la falta de empatía, y el
menoscabo de la mujer parasitada, a la que, si bien la impulsa a realizar
tareas que reditúen económicamente para la pareja, en los otros aspectos la
denigra. El psicópata parásito realiza, como todos los psicópatas, un trabajo
previo para captar la psiquis de la complementaria, donde muestra su arte de
seducción y manipulación. Lograda esta primera etapa de encantamiento y,
conseguida la sumisión de la mujer, ejerce entonces el parasitismo. Este puede
ser moderado o extremo, dependiendo de las necesidades del psicópata. Un
parásito extremo, por ejemplo, puede ser el de inducir a la mujer a la
prostitución para generar recursos que mantengan al psicópata; un ejemplo de
parasitismo moderado es aquél en el que la mujer trabaja y el psicópata
"administra" los recursos económicos de la pareja, pero siempre está
presente la degradación de la autoestima de la complementaria a fin de instalar
en la mente de ella la consigna de que no puede hacer nada sin la presencia del
psicópata. He escuchado decir a alguna de ellas "sin él yo no hubiese
logrado nada" o "gracias a él soy lo que soy", con un
convencimiento extremo. Este grado de cosificación de la persona, como dijimos,
se produce en la primera etapa, y luego le resultan fáciles al psicópata las
maniobras necesarias para mantener su estado de parasitismo. Como se observa en
este caso y, a diferencia de los que comentamos anteriormente, aquí el
ejercicio del poder sobre la complementaria es manifiesto y explícito, hasta
asumido con plenitud por la propia complementaria. No está en estos casos el
detalle del compañerismo o de la satisfacción de la convivencia, sino que la
falta de empatía y el deterioro de la autoestima hacen que la complementaria se
desgaste emocionalmente. Cuando este desgaste provoca agotamiento, hartazgo, y
la complementaria realiza atisbos de rebelión, el psicópata retrocede unos
pasos en su tiranía y le concede algunos beneficios. Es en esta etapa en que
algunas complementarias le exigen al psicópata que haga psicoterapia de pareja,
o bien una psicoterapia individual, acción a la que el psicópata se presta con
mucho agrada, dado que a él le resulta fácil ir a conversar un rato con el
terapeuta, y con esa sencilla maniobra retoma el poder sobre la complementaria,
que cree que el psicópata está en vías de recuperación. Está relación de
parasitismo puede durar muchos años, hasta décadas, y algunas de estas
parasitadas se resignan a su estado, nunca solicitan ayuda para salir del
circuito y, a veces, el arte del psicópata es tan exquisito que las convence de
que ese es el estado natural de las cosas. Como suele pasar en la mayoría de
las relaciones psicópata-complementaria, los familiares y los amigos advierten
a la complementaria de la situación parasitaria en que se encuentra, pero ella
hace caso omiso de estos argumentos y continúa con la relación y, si los
allegados insisten, se aísla de ellos y concentra su vida alrededor del
psicópata.
gracias por postear
ResponderEliminarYa me había planteado que mi "no se como llamarlo" (pues ya no somos novios pero aún no soy capaz de abandonar por completo la relación) fuera un psicópata. Había observado que sus relaciones emocionales con amigos y familiares eran sumamente distantes al grado que jamás comparte sus emociones, problemas o preocupaciónes con nadie. Su incapacidad de ser empatico, su falta de culpa y necesidad por tener el control, su fuerte atracción al poder. Sin embargo hablaba tan bien de sí mismo que me hacía sentir culpa al no darle toda mi confianza pues se describía a sí mismo como un ser de completa superioridad moral y bondad. Sus comportamientos siempre diferian de sus palabras pero se defendía diciendo que yo lo conocía y sabía que el era muy diferente a los demás, que aunque algo pareciera malo en otros hombres en el era algo inocente. También fue muy extraño que cuando empecé a andar con el todos nuestros amigos y sus familiares comenzaron a odiarme, ahora que lo repaso en mi mente recuerdo que cuando comenzamos a ser novios el comenzó a acontarme cosas desagradables de ellos y de alguna manera a culparlos por aquellas cosas desagradables que el hacia, también solía usarme como pretexto o responsabilizarme al no realizar compromisos con sus seres queridos. Después comenzó a etiquetarme como una persona antisocial, que nadie me quería y que con nadie me llevaba bien (lo cual era un temor que por mi historia de vida ya me afectaba desde que lo conoci). Note que nunca podía expresar sus emociones, ni con palabras ni con actos. Solo cuando comenzó la relación mostraba interés en mi y una vez que me sentí enamorada dejo de tener la más mínima atención y comenzó a culparme de ello a lo que yo respondí siendo más y más complaciente sin resultado alguno, el jamás pasaba tiempo conmigo, sólo en el trabajo y decía que con su madre, porque yo no tenía manera de corroboralo porque aún cuando casi nunca convivimos ella me odiaba y después yo también a ella. Al final cuando empecé a tomar Terapia y mi depresión sedio en su mayoría gracias a los antidepresivos, comencé a revelarme, a no permitir que me responsabilizará de sus errores, a exigir cariño y a no dejar que me envolviera con sus palabras me corrió de su casa y me culpó por el fracaso de la relación. Se que sueno como una idiota, por soportar tanto y por seguir tolerando y creo que esa convinación de dependencia y vergüenza hace que te sientas más sola y anclada, porque aunque tengo problemas de autoestima también soy muy soberbia y no tolero que nadie me mire con lastima.
ResponderEliminarHola, me ha resultado súper interesante su blog. Llevo solo tres días de haber huido del psicópata con el que me case y compartí dos anos aproximadamente. Creo que si no se hubiera puesto tan impulsivo, a tal punto que atentara contra mi vida en varias ocasiones, no hubiera tenido la fuerza de dejarlo. Me he pasado días leyendo artículos sobre psicópatas porque finalmente encontré una definición que puede encajar en este hombre al cual he tratado de entender en vano. Opte por que el asistiera a terapias y solo lo hizo cuando me aleje de el la primera vez pero me quedo bien claro cuando regrese que no cambio ni va a cambiar nunca su retorcida manera de sentir y de actuar. Aun no se si tengo las fuerzas suficientes para seguir adelante con esta ruptura a pesar de saber que mi vida corre peligro a su lado y que ha sido un infierno este ultimo ano de relación, he vuelto con el deseando revivir esa magia que me ofreció los primeros meses y ha sido en vano, yo solo tengo 27 anos y el tiene 44, soy independiente, atractiva y nadie en mi familia ni mis conocidos puede entender que razones me han atado a ese hombre y sinceramente ni siquiera yo entiendo del todo esto que me ha pasado. Mi mente lógica no podía concebir su falta de remordimientos y de empatia en algunas ocasiones y su derroche de amor en otras, yo me siento muy confundida y ni siquiera puedo optar por consultar un especialista y menos ahora que me he quedado sola en un país extranjero y lejos de mis seres queridos. muchas gracias por su blog, me siento identificada con la complementaria que ustedes definen. Saludos
ResponderEliminarME RESULTA MUY INTERESANTE E INFORMATIVO SU BLOG. EMPECE LEYENDOLO POR TENER UNA AMIGA QUE VIVE HACE AÑOS CON UN INDIVIDUO DE ESTOS, Y ES TAL CUAL LO DESCRIBE, SOLO QUE ESTE EJERCE TAMBIEN VIOLENCIA FISICA, YO NO LO PODIA CREER CUANDO ELLA ME CONTABA LAS COSAS QUE HACIA CON ELLA Y SUS HIJOS, YA QUE FRENTE A NOSOTROS EL SE MOSTRABA AMABLE Y SIMPATICO. CON EL FIN DE DAR UN APOYO O CONSEJO A MI AMIGA EMPECE A INVESTIGAR COMO PODIA AYUDARLA PERO POR LO QUE LEI ES MUY DIFICIL PARA UN LEGO PODER HACERLO. SIN EMBARGO POR LO MENOS PUEDO HABLARLE DE ESTOS TEMAS CON UN POCO MAS DE BASE.GRACIAS POR ESTOS TEXTOS.
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