domingo, 17 de noviembre de 2013

El jefe psicópata Radiografía de un depredador capítulo 9

Capítulo 9

A modo de conclusión

¿Por qué se debe acotar la acción política de un extravagante?


Muchos cometen el error de pedir un favor al psicópata sin tener nada a cambio que ofrecer. El psicópata, entonces, se da cuenta de que el mendicante sólo tiene algo para compensar lo que pide: él mismo. El psicópata le dará lo que pide, si es que considera que el mendicante, la cosa, puede serle útil en proporción a lo que le da. Esta utilidad puede ser inmediata, mediata, a largo plazo, o bien, indirecta. Se le hace el favor al mendicante, que a su vez es moneda de cambio para un tercero. Es decir, que la cosa, como un paquete de mercadería, ni siquiera sabe que es objeto de intercambio entre dos manipuladores. La misma base tiene el "clientelismo", "te doy para que vivas, pero me pertenecés".La política, desde lo psicopático, es una negociación entre egoístas. El político que quiere ascender en la pirámide debe hacer carne este concepto: hay que tener para obtener. Y jamás debe ser él el objeto de intercambio, porque a partir de ese momento muere el político y nace el esclavo. La materia prima del extravagante son las personas. Y las personas son para el extravagante como bocas hambrientas que debe alimentar o prometer alimentar. La capacidad de lograr que el hambriento imagine ser alimentado en el futuro por el político se llama seducción, y en su máxima expresión, carisma. El líder nato es el depositario de la satisfacción de necesidades a un futuro cercano o lejano, pero siempre lo sigue un halo de esperanza. Los otros lo imaginan como el que en algún momento cubrirá sus necesidades. Así de pragmática es la cuestión política, la relación entre el político y el otro. La moneda de intercambio entre políticos extravagantes (que son los que ya tienen qué ofrecer) es la avidez: el querer más. El político vale en tanto tiene más personas, cosas, que lo sigan. Una vez que el político tiene a las personas, debe ordenarlas, darles una forma jerarquizada, construir la estructura de poder, que es el esqueleto donde se apoyará para emerger y negociar. La estructura no es más que la sumatoria de intereses cohesionados. Lo que mantiene unida a la estructura es el miedo a perder lo ya conseguido, y la ambición, tener más de lo que se tiene. El individuo que está satisfecho con lo que tiene es una unidad, no necesita de estructuras. Esto, en realidad es casi una utopía, porque la insatisfacción es la norma humana. Sólo son libres los iluminados y los locos. El resto necesita de una estructura, un soporte que provea sus necesidades. Pero participar de una estructura significa dar algo a cambio, y lo que la mayoría entrega es parte de su libertad, el grueso de los individuos poseen un único capital, ellos mismos, y entregan su tiempo, su fuerza, su inteligencia, su cuerpo... En este sentido el político promete, y de hecho, arma esa estructura de satisfacción de necesidades individuales a futuro. Esa estructura debe estar compartimentada en grupos organizados por líderes menores que formarán la base de la pirámide. Esos líderes menores serán la materia prima del grupo de líderes, que a su vez tendrán, y este conjunto conformarán la segunda capa de la pirámide, y así hasta llegar a los pocos líderes del pico de la pirámide donde se sostiene, en un equilibrio metaestable, el político mayor. El bien social supremo que ha adquirido Occidente luego de probar distintas alternativas de gobierno es la democracia genuina. Digo genuina para eliminar aquellos sistemas de gobierno que "parecen" democracias pero son dictaduras camufladas o un rejunte de corruptos que se dicen demócratas basados sólo en la acción del voto. La democracia implica mucho más que la elección libre, sin presiones ni "alicientes". Implica el respeto por las instituciones legítimas, implica la observancia neta de la división de poderes. Implica que el Poder Legislativo esté compuesto por personas que representan a otras personas que las han votado para que cuiden de sus intereses, y no que respondan "en bloque" a intereses partidarios. Implica que los jueces sean elegidos por los ciudadanos y no por una camarilla tendenciosa, que sus cargos sean renovables de acuerdo a su correcto, que juzguen de acuerdo al bien y al cuidado social y no al ritualismo, que sean independientes de intereses espurios, que sean justos. Implica que el Poder Ejecutivo ejecute su programa sin desviar el rumbo del bienestar general y del cuidado de la población, que no convierta al gobierno en un coto de caza para beneficio personal, que observe y haga observar la Constitución Nacional, que entienda que los votos que lo encumbraron, antes que dar derechos, obligan. Obligan a recordar que cada voto es la orden de una persona para que gobierne de acuerdo a lo que prometió. Obligan a ser consciente de que es un representante en el poder y no un dueño del poder. Obligan a esforzarse por el bienestar futuro de todos y no de unos pocos. Obligan a aceptar el disenso respetuoso y a velar por el bien común. Para el gobernante extravagante nada de esto es importante, usa a la democracia para hacerse del poder y encaramarse en él. El extravagante restringe la democracia. La acota para acentuar su poder. Los legisladores dejan de ser representantes de los que los votaron para seguir las instrucciones de un bloque partidario dominado por el psicópata. Y obliga a los opositores a adquirir esta maniobra corrupta y agruparse ellos también para afrontar al bloque, con lo que se desvirtúa la democracia para convertirse en la lucha de unos pocos que lideran esos bloques. El legislador para a ser un soldado alineado a un pensamiento único, olvidando su misión representativa y el precepto constitucional de que el pueblo gobierna por medio de sus representantes. Deja así de ser una democracia genuina para ser una apariencia. El gobernante extravagante es voraz y no se conforma con la cuota de poder concedida legalmente, y se afana por apoderarse de toda la gama de poder .Usa todos los recursos y estrategias para conseguir más poder, en desmedro del bienestar general. Si no se lo limita, al cabo de un tiempo, el extravagante lidera una tiranía disfrazada de democracia. No se le escapa a la población general este funcionar anómalo del sistema seudodemocrático, e identifica claramente que los responsables de la corrupción del sistema son los gobernantes, de tal manera que el término "político" es casi un insulto. Da a entender que la honestidad es incompatible con el ejercicio de la política, es corrupta o lo será. Esto tiene un efecto socialmente negativo, los que son corruptos hacen política, los honestos huyen de la política para no ser tildados de corruptos, y aquellos que son honestos y se dedican a la política deben batallar con los corruptos, enquistados en las áreas de poder, dado que un honesto impediría la laxitud que necesitan los corruptos para hacer su negocio personal. Los corruptos verían al político honesto como un enemigo que hay que corromper lo antes posible para que el sistema corrupto siga funcionando. Si no lo logran ponen trabas al accionar del honesto, que constata que sus proyectos se ven enfrentados a miles de minucias que impiden que se realicen, esto, más el accionar del rumor de ineficacia amplificado por los corruptos, suele dar por terminado prematuramente el mandato del honesto. Y esto en el mejor de los casos. El psicópata alienta al sistema corrupto, dado que los políticos corruptos son mejor manipulados porque necesitan una red de protección para no terminar juzgados en los tribunales. Y el dinamismo de esa red la maneja el psicópata. Frente a esto, ¿qué deben hacer los líderes comunes? Tener conocimiento de que existen los extravagantes y, en consecuencia, poder identificarlos. Entender que si un psicópata llega a gobernar un país es porque la sociedad está en crisis y elige a un político atípico para que controle esa crisis que los líderes comunes no ha sabido controlar. El extravagante ejecuta una ingeniería social agresiva pero necesaria para neutralizar la crisis. La sociedad acompaña al extravagante en esta parte del proceso. Finalizada la crisis inicial, la sociedad trata de quitarle el poder, pero el extravagante ya se ha convertido en un tirano. Aquí se da un sistema de fuerzas, parte de la población comienza la resistencia para eliminar la tiranía. Esta guerra interna suele durar varios años. A mayor tiempo que pase, el extravagante afianza más su poder y desgasta más a sus adversarios, infiltra sus organizaciones, impide las alianzas con otros grupos adversarios, arma denuncias falsas para los líderes opositores y, aunque terminen al cabo de un año en ser sobreseídos en los tribunales, el halo de sospecha queda en la población general, que es la que con su voto ratifica o rectifica su mandato. Hostiga con inspecciones impositivas, quita recursos a los medios de información que no se someten a sus lineamientos. Recordaremos, otra vez, que las armas predilectas de manipulación del extravagante son generar miedo y manejar los recursos. Los líderes no psicópatas deben repetirse una y otra vez que están enfrentados a un extravagante y que este usará cualquier artimaña para neutralizarlos. Y deben persuadir a los otros líderes comunes de mantener las alianzas, los grupos separados son presas fáciles para la voracidad del extravagante. Deben establecer un programa con objetivos mínimos que los mantengan unidos y consensuar las decisiones lo más abiertamente posibles a fin de no dar lugar a disensos irreparables que serán rápidamente aprovechados por el psicópata para colocar una cuña y separar ese grupo. La batalla contra un extravagante en el poder debe ser tenaz, constante y no darle sosiego, atacarlo legalmente desde todos los ángulos posibles, investigar y denunciar a todos sus secuaces y esbirros; apoyar y fortalecer a los jueces que no han caído en la red de miedo del psicópata para que puedan sustentar la continuidad de las causas; investigar y denunciar a los abogados que defiendan a los corruptos; no dar tregua, recordar que el extravagante dedica su vida a construir poder, y mientras sus adversarios descansan él sigue trabajando en destruirlos; no se debe caer en la tentación de usar a otro psicópata como líder opositor, porque sería un simple cambio de figuritas, al poco tiempo de derrocar al extravagante tendríamos otro psicópata en el poder. La Argentina ha sido gobernada, salvo algunas excepciones, por extravagantes que han sometido a la población a una crisis constante en desmedro de un crecimiento acorde con la potencialidad del país. Es real que estas anomalías han sido alentadas y apoyadas por intereses externos a los cuales no les conviene que un país con tantas posibilidades de engrandecimiento tenga un sistema democrático genuino. Un país en caos es un país débil y fácil de dominar. Un país sin luchas internas graves, se convierte en un país fuerte, un país que puede negociar desde una mejor posición con el resto del mundo. Cualquiera que estudie seriamente la historia de Argentina observará estos ciclos de expansión y aparente mejoría, al que siguen crisis de depresión económica producto de la toma de ganancias de intereses externos. Estos últimos son los momentos en que la sociedad clama por un extravagante que los saque de esta situación. El extravagante trabajará para sí mismo y con el visto bueno del plan externo de expoliación. Y todo se repetirá. Salir de este macrocircuito requiere no dejar al mando del gobierno a un extravagante. Dejar que los líderes comunes, con sus dudas, sus desaciertos, encuentren el camino sólido que los lleve a consensuar un programa de crecimiento estable y a largo plazo, donde las autoridades sean reemplazadas por el voto que apoye los disensos tácticos, pero que no implique alterar el rumbo de la estrategia consensuada. Conseguir este objetivo no será fácil, pero tampoco tan laborioso que lo torne imposible. Tal vez sea esta la generación que tenga el espíritu rebelde necesario y persistente que logre insertar valores cívicos y humanos olvidados por tantos años de extravagancias, y pueda quebrar el circuito corrupto de los políticos psicópatas. La luz de un camino nuevo está encendida.


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