domingo, 17 de noviembre de 2013

El complementario y su psicópata capítulo 1

El complementario y su psicópata 

PREFACIO

"... y me golpeó en la cabeza, para no dejarme marcas en el cuerpo. Me pegaba con el puño muy fuerte, y me dejó chichones. ¡Por favor, doctor, ayúdeme!". Entonces, la mujer inclinó su cabeza; con las manos separó mechones de pelo y me mostró un chichón.

Este fue el primer caso con el que me topé de una relación que no lograba encuadrar entre las relaciones normales, ni neuróticas, ni en las psicóticas, ni entre la de golpeada y golpeador arrepentido. Ella tenía, por entonces, 35 años, era abogada, llevaba diez años casada con un abogado exitoso, tenía tres hijos, era inteligente, agraciada; de holgada posición económica debido a la herencia de su padre. Decía odiar a su marido, tenerle asco, estar harta de él, y sin embargo, no podía separarse de él. Una y otra vez se repetían las crisis: si él se iba de la casa, ella lo iba a buscar; aun a la casa de su amante. No había humillación, desprecio o sometimiento que no soportase esta mujer con tal de mantener a ese hombre a su lado. Pensé, primero, en un amor a prueba todo, después en una obsesión, en una relación sado masoquista... Una a una fui desechando estas categorías hasta comprender que estaba frente a un tipo de relación no descripta, entonces dejé a un lado los libros y me puse a investigar de qué se trataba. Él resultó ser un psicópata, y ella una neurótica que lo complementaba.
Desde entonces me dedico a profundizar el estudio sobre esta particular relación psicópata-complementario.
Abrí una página Web (http://www.marietan.com) donde iba publicando mis conclusiones a medida que surgían de los casos que asistía. Publiqué Personalidades Psicopáticas, pero fue con El complementario y su psicópata, donde se produjo un verdadero aluvión de comuniaciones desde todas las regiones de habla hispana con el explícito mensaje: "a mí me pasa lo mismo que dice en su artículo".
Y este libro es el resultado de esa interacción. De las miles de comunicaciones que he recibido elegí las que se asemejaban a los casos que día a día atiendo en mi consultorio. Desde luego que no abarca todo el espectro psicópata-complementario, pero al menos, da una clara idea de las características especiales de esta peculiar forma de unión humana.
Sé que muchos lectores se sentirán identificados con los crudos relatos que leerán; a otros, los que no han pasado por un psicópata, les parecerá increíble que una persona pueda soportar tanta degradación; otros revisarán su pasado afectivo y, por fin, encontrarán una explicación a lo que les ha ocurrido...
Y a vos, que luego de leer este libro descubriste que estás con un psicópata, que te encuentras encerrado y nos ves ninguna salida, que "arrastras la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser", te digo que no te dejes ganar por el pánico, que hay una manera de encarar la lucha, de fortificar tu alicaída autoestima, de generar las alas necesarias para cruzar el abismo.

                                Hugo Marietan, Buenos Aires, junio de 2008

                                                  Acerca del autor

Hugo Marietan es médico psiquiatra y docente de la Universidad de Buenos Aires. Ha trabajado en los hospitales psiquiátricos B. Moyano (1982), Esteves (1984), y en el J.T. Borda desde 1987, donde dirigió los cursos de Semiología Psiquiátrica por más de 20 años. También fue docente en los post grados de las cátedras de psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, en las Unidades Moyano y Borda, en la materia Clínica Psiquiátrica, de los cursos para especialistas en psiquiatría. Participó como docente en otras facultades de medicina, siendo profesor titular de Historia de la Psiquiatría, en la Universidad J.F. Kennedy (1998-1999); es el titular del capítulo Personalidades Psicopáticas de la Asociación Argentina de Psiquiatras; es coordinador del sector Trastornos de Personalidad en el prestigioso portal español psiquiatria.com; es codirector de la Revista Argentina de Clínica Neuropsiquiátrica Alcmeon, una de las revistas de mayor prestigio en la especialidad. Ha escrito numerosos artículos sobre psiquiatría, y en especial, sobre psicopatía, y, dentro de este apartado, sobre la relación psicópata-complementario, donde es considerado una autoridad mundial. Ha dictado conferencias en varios congresos y cursos de medicina.
La página Web: http://www.marietan.com es de referencia constante para estudiantes de medicina, psicología, psiquiatras y todo aquel interesado en psicopatía o semiología psiquiátrica.
Su libro, Curso de Semiología Psiquiátrica, va por la tercera edición y es ampliamente aceptado entre los estudiantes de medicina y psicología. Luego de este libro, El complementario y su psicópata, se editó Curso sobre Personalidades Psicopáticas, en 2009. También ha editado un libro de cuentos sobre psicópatas, "Despojo", cuya segunda edición apareció en julio de 2009, y "Fuera de quicio", una nouvelle y un ejercicio de dramaturgia, sobre abuso sexual en la infancia. Ha participado como coautor en diversos tratados de psiquiatría.
Marietan reside en la ciudad de Buenos Aires. Su mail de contacto es:marietanweb@gmail.com.

Unas palabras para la tercera edición
Fue grato encontrar una rápida aceptación de la primera y segunda edición de El complementario y su psicópata. Y sobre todo, el placer intelectual de observar como los conceptos y terminologías, producto de mis investigaciones en psicopatía, fueron insertándose en los medios académicos y de difusión general. Si bien es cierto que la página web www.marietan.com, donde se volcaron los resultados de mis trabajos ya lleva más de una década, no deja de llamarme la atención que colegas de España y Latinoamérica hayan hecho suyas mis conclusiones tanto sobre psicopatía, como sobre la relación complementario psicópata. Hasta en Series Televisivas internacionales, Dexter por ejemplo, se habla de las necesidades especiales, de la cosificación, de otros rasgos acentuados en mis artículos. También se han escrito numerosos libros vertiendo estas nuevas ideas, algunos de venta masiva. Lamentablemente no hay un reconocimiento de autoría, pero esto ya es algo común para los científicos argentinos. De cualquier manera, este hijo querido, seguirá su derrotero y en algún momento impondrá su originalidad incuestionable.
                           Dr. Hugo Marietan, Buenos Aires, agosto de 2011

                                             Primera parte

Esta primera parte trata sobre los conceptos básicos para acercarnos al tema de los psicópatas y complementarios. Constituyen una serie de artículos publicados en distintos años, en los que se repiten algunos conceptos, pero más enriquecidos por la experiencia. Estos trabajos fueron tema de distintas conferencias en los congresos de la Asociación Argentina de Psiquiatras y publicados por la Revista de Clínica Neuropsiquiátrica Alcmeon. La lectura de este material prepara para una mejor comprensión de la segunda parte, donde se narran los casos de complementarios y familiares de psicópatas.

                                          A modo de introducción

     ¿Estoy con un psicópata?
     A lo largo de todos estos años en que he dedicado una buena parte de mis estudios y de mi práctica clínica a la psicopatía, una de las tantas preguntas que más insistentemente me formulan los allegados a un atípico es: doctor, ¿estoy con un psicópata? Esta inquietud también emana de los lectores de los artículos que he descrito, como "Personalidades Psicopáticas", de 1998, y por sobre todo "El Psicópata y su Complementario" de 2000 (www.marietan.com). Por vía de correo electrónico, estimuladas por estos trabajos, personas de distintas regiones narran sus experiencias en la convivencia con atípicos para terminar rematando con la misma pregunta. De ahí que en esta introducción trataré de dar los criterios que permiten tipificar de acuerdo con mi criterio.

     ¿Qué es un psicópata?
     Comenzaré con el concepto de qué entiendo por psicópata. El psicópata es una modalidad de ser humano infrecuente (los cálculos más aceptados rondan el 3% de la población), con características conductuales especiales tendientes a satisfacer necesidades distintas; y son precisamente estas necesidades distintas las que lo recortan de una manera particular del resto de la población. También estas necesidades son las responsables de dar a estas personas un tipo diferente de pensamiento y, más aún, una manera cualitativamente diferente de sentir. Este tipo de pensamiento y esta manera de sentir le dan un sello particular a su relación con los otros: el psicópata concibe a los otros, no en calidad de personas, de igual a igual, sino en calidad de elemento utilitario, de una cosa destinada a cumplimentar sus necesidades. A este proceso de desjerarquización de la persona lo denomino cosificación.
Y aquí tenemos los dos puntos distintivos en la descripción de un atípico: la presencia de necesidades distintas y un particular modo de relacionarse con los otros, la cosificación.

     Cuando la empatía y la ética no alcanzan
     Estos dos elementos básicos conforman un tipo de mentalidad, de psiquismo, que aleja al psicópata y lo hace inalcanzable a la comprensión de una mentalidad estándar, de un psiquismo común. Uno de los errores más frecuentes que he observado en los autores que intentan acercarse a la temática de la psicopatía es analizarlos aplicando la empatía, es decir, tratando de colocarse en el lugar del psicópata, identificarse virtualmente con el psicópata: una mente estándar tratando de digerir a una mente especial.
Otra fuente de error es anteponer lo emocional a lo racional, y lo ético a los hechos al analizar estas cuestiones. Muchas acciones de los psicópatas son afectivamente impactantes y provocan perturbaciones emocionales en la mente del observador, quien hará por está vía un análisis contaminado por elementos irracionales y por consiguiente, distorsionando; ejemplo de ello es señalar al psicópata, desde el inicio, como depósito de maldades.
En consonancia con este aspecto está la variable ética, que se embarca en realizar un análisis regido por el 'deber ser' en lugar de realizar un análisis 'no prejuicioso' de lo que es. Objetivamente, muchas acciones psicopáticas transgreden el deber ser, lo ético, y nuevamente caemos en el error inicial, ya que esta ética es válida para psiquis comunes, donde lo bueno y lo malo responden a convenciones comunitarias devenidas de necesidades ancestrales compartidas. El psicópata, conociendo la ética común, tiene su ética propia, su propia visión de qué es lo bueno y qué es lo malo, y obra en consecuencia.

     No podemos inferir la mente de un psicópata
     Transcurridos los primeros pasos nos encontramos con escollos insalvables: no podemos meternos en la mente de un psicópata, esto es, 'no podemos trabajar desde adentro'. Esta incomprensibilidad nos obliga a ser observadores del fenómeno psicopático, a verlo desde afuera y limitarnos a describirlo con el mero objetivo de acercarnos a un entendimiento de este fenómeno.
Para aquellos que están relacionados con un psicópata se produce el siguiente desbalance. El psicópata es una persona que incide profundamente en el psiquismo de su allegado, sin que éste pueda rozar apenas la comprensión del psiquismo del psicópata. Estos intentos vanos, erróneos, de interpretar la mente de un psicópata han llevado a la creación de mitos sobre la psicopatía que voy a tratar de deslindar.

     La cosificación
     Kant, desde lo moral, distinguía entre la cosa, desprovista de conciencia y entendida como un simple medio, y la persona, vista como un fin en sí misma y objeto de máximo respeto. Transcribo un párrafo de Fundamentación de la metafísica de las costumbres: "Los seres cuya existencia descansa no en la voluntad sino en la naturaleza, son seres irracionales y tienen un valor relativo, como medios, y por ello se llaman cosas, en cambio los seres racionales se denominan personas, porque su naturaleza ya los distingue como fines en sí mismos, esto es, como algo que no puede ser lícitamente usado meramente como medio, y por lo tanto en la misma medida restringe todo arbitrio y es objeto de respeto".
Digo, entonces, que cosificar a una persona es quitarle los atributos de persona y considerarla una cosa, un medio. La cosificación del otro le permite al psicópata tomar distancia afectiva, no involucrarse afectivamente y, en consecuencia, tener una 'visión fría' sobre la psicología del otro. Una mente que razona despejada de lo afectivo sin duda calará más profundamente en la psiquis del otro y le permitirá conocerlo, captar sus necesidades, sus oscuros apetitos, con mayor precisión que alguien que analiza al otro como su igual. Este proceso de poder 'desarmar una psiquis para ver sus componentes', como un técnico desarma un televisor o una computadora y relaciona con 'cero afectividad' la armonización de sus componentes, le otorga un conocimiento finjo y preciso sobre la personalidad profunda del otro. Esta habilidad sin par no es un mecanismo consciente del psicópata, en el sentido de que no es alguien que se pone a pensar "ahora voy a analizar a esta persona de tal manera", sino que es un mecanismo automático, me atrevería a decir que intuitivo, y que la mayoría de los autores nomina como 'capacidad de captar las necesidades del otro'.

     La manipulación, una cuestión entre dos 
     Esta característica es una de las génesis del éxito de la manipulación. En la manipulación uno de los integrantes entrega al otro parte de su libertad. Manipular, entonces, es usar a voluntad parte de la libertad del otro. El mecanismo por el cual el manipulado entrega su libertad está basado en la creencia de que está realizando sus propios objetivos o, al menos, objetivos comunes. Nadie hace lo que no quiere hacer a menos que haya una fuerza de coerción que lo obligue a realizar acciones. Muchas de las conductas del manipulado son resultado de un balance entre lo que recibirá y lo que dará; tal vez sea más claro decir entre lo que cree que recibirá y lo que dará. Puede estar esperanzado en conseguir beneficios externos del otro o internos, como bajar su nivel de ansiedad o de tensión. El manipulado de ninguna es un autómata, ni está confundido, ni está inhibido o bloqueado, como algunos autores sugieren; el manipulado obra a conciencia. Desde el afuera puede parecer que el manipulado está obrando por una suerte de hipnosis, pero no es más que otra distorsión en el análisis de la relación psicópata-complementario. Esto no quiere decir que se desvaloricen otras acciones psicopáticas en la relación con los otros. Así, los psicópatas ejercen un arte especial, la seducción, la fascinación y la coerción. Pero estas tres formas de incidir sobre el otro son iniciales, transcurrido el tiempo ya no podemos decir que la repetición de las conductas del allegado al psicópata se deba a estas tres formas de manipulación, sino que son el resultado de otros mecanismos psicológicos más relacionados con las apetencias del allegado. Esto es lo que en el artículo del año 98 he llamado 'el goce secreto del complementario'.

     Las apetencias latentes
     En la interacción entre estas dos psiquis se realizan apetencias latentes de ambos, de ahí que muchas personas comenten: "con él me animé", y esto dicho en el doble sentido del auto reproche por la osadía, por un lado, y de la satisfacción de la acción, por el otro.

     La psicopatía es acción
     La psicopatía, entonces, se muestra en la acción, tanto en el psicópata como en el allegado, en uno de manera innata y en el otro, a través de un estímulo. Así, el psicópata actúa sobre el complementario como un catalizador en el sentido químico del término. El catalizador es aquella sustancia que facilita una reacción que sin su presencia se realizaría muy lentamente o no se realizaría. Este despertar de apetencias latentes, este despliegue de acciones nuevas, este paladear satisfacciones novedosas crea una impronta en la psiquis del complementario y un antes y después en su historia vital. Es por eso que después de la relación con un psicópata la persona sufre un cambio cualitativo en su experiencia, que la modifica permanentemente y esto lo resume diciendo: "después de la relación con él ya no soy la misma".

     El gusto por la adrenalina
     Rápidamente se entiende que el aburrimiento, el hastío, no son componentes frecuentes de estas relaciones. Hay una base de tensión permanente en la relación y una descarga adrenérgica importante llevadas de distintas maneras de acuerdo con la idiosincrasia de cada persona. Éste es otro de los factores que hace que, concluida la relación con un psicópata, las posteriores relaciones parezcan sosas, aburridas e insustanciales, y produce en el complementario un particular dejo de nostalgia. Aclaremos rápidamente: lo que siente el complementario no es un mero sufrir, sino que es una amalgama de sufrimientos, placeres, rencores y amores. El complementario no es un ser pasivo, sereno y amador. El complementario es una cuerda tensa que tanto se descarga hacia lo placentero como hacia lo displacentero; hacia el dolor, la sumisión y la agresión; hacia la súplica y la tiranía y hacia otros movimientos afectivos que dependerán de la historicidad afectiva del complementario.

     El disfraz de víctima
     Como vemos, esto dista mucho de considerar al complementario como una víctima o sojuzgado por el psicópata, sino que es alguien que participa activamente en este particular sistema. De tal manera que aun en pleno sufrimiento, atiborrado de quejas, el alejamiento del psicópata le produce un desgarro de tal profundidad que los anteriores sufrimientos son meras migajas ante este hecho sustancial en su personalidad. Visto desde afuera, incluso analizado por el propio complementario desde fuera del sistema psicopático y utilizando su razonamiento, muchas de sus conductas, en función del psicópata, le parecen inadmisibles, incluso aberrantes. Es decir, su lógica no ignora la atipicidad de sus propias conductas mientras estaba con el psicópata; por eso decimos que el complementario no es un autómata ni un hipnotizado. Pero pasado ese barniz de razonamiento, y en presencia del psicópata, las conductas se vuelven a ajustar al circuito psicópata-complementario y las acciones son las mismas que han sido duramente criticadas en ese oasis de razonamiento al estar lejos del psicópata.

     El contacto cero
     Este rearmado del circuito psicopático con la sola presencia del psicópata es el fundamento terapéutico que llamé, en 1998, 'contacto cero', donde la persona que se alejó de un psicópata no debe bajo ninguna circunstancia ni bajo ningún medio, contactarse nuevamente con él. De lo contrario, rearmará el circuito psicopático y todo el esfuerzo realizado por alejarse habrá sido en vano.

     La marca profunda
     Fíjense en la profundidad psicológica en que recala esta relación y cómo se diferencia de las relaciones neurótico-neurótico o normal-neurótico. En la relación de un neurótico con otro o un normal con otro, los integrantes sienten que están con un igual, con las diferencias propias de cada uno, pero que nunca escapan del rango de lo comprensible; con un psicópata el allegado siente que no está con un igual y eso lo hace rebelarse primeramente contra sí mismo y luego, inútilmente, contra el psicópata. El primer choque que tiene el complementario frente al psicópata es contra su propio orgullo, su propio sentido del valor. El complementario se da cuenta (y no puede evitarlo) de que el psicópata le patea los límites y se introduce en las áreas que el complementario considera propias de su dignidad y de su autoestima. Esto genera un primer período de perplejidad, en el sentido de ubicar la situación y ubicarse a sí mismo en esa situación. Ahora, esta intrusión que hace el psicópata, no es un fenómeno que se da groseramente, sino que es como un acto quirúrgico necesario para la relación entre ambos. Si la persona no permite este acto la relación no es posible, es decir, no puede ser complementario de un psicópata. Este doloroso proceso inicial es ejercido con maestría por el psicópata y es consentido por el complementario, desde luego, no concientemente.

     Saldo negativo
     Desde luego que todo es un balance y en esta relación las satisfacciones son más que los sufrimientos; cuando esta ecuación se invierte, a través del tiempo, cuando los sufrimientos superan las satisfacciones, el complementario está en condiciones, con ayuda externa o con una violenta mutilación psíquica, de separarse del psicópata. Antes de producirse este desbalance negativo no es posible la separación. Concluimos que cuando el psicópata deja de producirle satisfacciones al complementario, éste lo abandona.

     Minusvalía
     El psicópata considera al complementario como un objeto especializado en satisfacer sus necesidades. Por el mecanismo antedicho no lo considera como un igual, como una persona, y esto es captado por el complementario, que se desgasta en una lucha por recuperar su posición de persona en la mente del psicópata. Es decir, el psicópata mantiene sus características estables a lo largo de toda la relación, permanece igual a sí mismo, mientras que el complementario va generando distintas fantasías e ilusiones que compensan parcial y momentáneamente esa sensación de ser considerado una cosa.
     No es que el psicópata necesite que el complementario disminuya su autoestima; no es que el psicópata utilice la descalificación para humillar al complementario ni que su accionar tenga el objetivo de disminuirlo, todas esas definiciones son racionalizaciones del complementario y son el contenido de las quejas en el discurso del complementario frente al terapeuta. La realidad es más dura aún: el psicópata desde el principio lo considera una cosa y así se mantiene, y no habrá acción alguna que realice el complementario que lo pueda recategorizar. Lamentablemente para el complementario, él ocupa una mínima parte en la cabeza del psicópata y estas fantasías de sentirse humillado, descalificado, etcétera, son recursos psicológicos del complementario para creer que es tenido en cuenta al menos en sentido negativo.

     El psicópata se sigue a sí mismo
     El psicópata sigue su plan, su proyecto de vida y sus intereses. Las concesiones que hace al complementario son simples inversiones para conseguir un objetivo mayor. El psicópata se sigue a sí mismo, y esto es independiente del resultado de su camino hacia el éxito, el fracaso o la autodestrucción.

     La mentira
     Otra herramienta de trabajo que utiliza el psicópata es la mentira. La mentira es el ocultamiento a sabiendas de la verdad. Esta herramienta es propia de todas las relaciones humanas, en mayor o menor porcentaje la gente miente. Hay mentiras que son socialmente admitidas, incluso convencionales, como el ocultar los sentimientos agresivos cuando expresarlos no es socialmente conveniente. Existe la mentira discursiva y conductual, existe la mentira por enunciación o por omisión. La mentira es considerada por cualquier persona como un acto incorrecto, como algo que no se debería hacer. Esta noción de ilegalidad se trasunta en la conducta del mentiroso a través de elementos paraverbales mínimos: pequeños gestos o posturas como tomar el lóbulo de la oreja, bajar la vista, cambiar el tono de voz, tocarse la nariz, mover los pies o las manos y, en el peor de los casos, sonrojarse. Cada individuo tiene su denunciador conductual que hace que la persona que lo conoce se dé cuenta de que está mintiendo. Aceptar un porcentaje de mentiras de poca monta, dejarlas pasar, es parte de la tolerancia humana.

     El arte de mentir
     El psicópata hace de la mentira un arte. No es una cuestión de mentir más o menos, es decir, no es un hecho cuantitativo; el mentir psicopático es cualitativamente diferente. La forma discursiva de armar la mentira y el comportamiento paraverbal que la acompaña es indistinguible, para el común, de un discurso verdadero. El psicópata miente relajadamente, puede mentir mirando a los ojos y manteniendo un tono armonioso en sus palabras. Esto hace que la mentira psicopática sea muy convicente. Si unimos esta característica a la seducción y a la captación intuitiva de las necesidades del otro nos damos cuenta de que es casi imposible sustraerse a la voluntad del psicópata. Su sentido de persuasión es muy alto y muchas veces, como lo hemos visto en políticos, supera lo individual y se hace masivo. El mentido siente en todo momento que está participando activamente de ese fenómeno aunque no sepa que es objeto de la mentira. Este hecho de entrega hacia la construcción de la mentira hace que al ser ésta descubierta, provoque en el mentido una gran descarga de agresividad tanto hacia el mentiroso como hacia sí mismo. produciendo un desvalor en su propia inteligencia. Por lo general, en aquellos casos en que la verdad es revelada, o el psicópata ya está lejos o bien su capacidad de persuasión vuelve a convencer a la persona que aporta lo suyo para ser convencida. Paradójicamente, una mentira bien armada produce, en ocasiones, cierto grado de admiración en el perjudicado, como en el caso de estafas diseñadas con mucho ingenio.

     ¿Qué no es un psicópata?
     Una persona que se esfuerza en humillar a otra, que adquiere poder disminuyendo a la otra persona; alguien que compensa su sensación de inferioridad a través del otro y que sigue considerando al otro como un igual. Este mecanismo está más relacionado con la personalidad neurótica o normal, y está muy lejos del tipo de conducta psicopática.
     Muchas personas suelen ser manipuladoras, mentirosas, crueles, pero estos ejercicios se mantienen dentro de un rango cuantitativo y siempre son empáticos en el sentido: "yo, puesto en esas circunstancias, podría hacer lo mismo". Este razonamiento es válido incluso ante situaciones extremas como homicidios, estafas u otros delitos. Esta empatía no ocurre nunca en los hechos psicopáticos.
     Hay muchas conductas negativas que se producen en las parejas por desgaste, por desamor, por aburrimiento, que son erróneamente calificadas de psicopáticas. Mentiras, infidelidades, humillaciones, descuidos, desaprensiones, alejamientos generan en el que las sufre una fuerte reacción emocional que contamina su razonamiento y las hace ver como psicopáticas. Sin embargo, es fácil salir del error: el psicópata es un ser especial y aquel que convive a su lado vivencia esa diferencia. El neurótico es sólo uno como nosotros que puede hacer algunas maldades.

Mujeres ancladas en psicópatas capítulo 1 y 2


Agradecimientos

Este es mi séptimo libro, después de Semiología psiquiátrica, El complementario y su psicópata, Curso sobre psicopatía, Despojo, Fuera de quicio y El jefe psicópata. En Mujeres ancladas en psicópatas me centré en la temática de la complementaria, ese ser que puede tolerar la convivencia con el psicópata, que deja su cuidado sobre las azucenas olvidado, como dice San Juan de la Cruz, y que encierra en sí misma un misterio tan grande como el del psicópata. ¿Cómo se entiende que un ser fresco y rutilante, con el abanico de sus posibilidades intacto, se someta de pronto al manoseo, a la manipulación de un ser básico que lo convierte en un estropajo, un esclavo que está dispuesto a todo menos a la ausencia del psicópata? Y sin embargo, diariamente pasan por mi consultorio estas mujeres clamando que las saque de esa trampa sin cerrojos, que las ayude a quebrar ese cordón umbilical que nutre la relación con el psicópata y que sólo ellos dos ven. Mujeres en las que se atisba un rico pasado cultural y profesional y que tienen un presente opaco, embrutecido, hundido en la sinrazón. Ellas me han dado sus testimonios con los que armé la red de este conocimiento nuevo, este descubrimiento del vínculo entre la complementaria y su psicópata. A cada una de ellas les digo que la salida es posible, porque si han llegado al consultorio significa que el sufrimiento las ha agotado y es la hora de remar para salir de ese oscuro riacho plagado de humillaciones, torturas y menoscabos. Un remo lo tomo yo y el otro se lo entrego a ella: si rema la huida está asegurada, si no rema giraremos en círculos. Cada movimiento del remo es doloroso, desgarrador, pero con cada palada nos acercamos un poco más a la luz, a esa esencia de su persona donde aún habitan la paz, el color y la risa. El libro que tiene en sus manos, lector, no hubiese sido posible sin la ayuda imprescindible de Silvia Galgano, Patricia Mendes Sequeira, Cynthia Esteban, Nora Gelso, Mónica Arcas, Pamela Marietan, y las lágrimas de todas las complementarias que se acercaron a mí.

Dr. Hugo Marietan, Buenos Aires, 1 de marzo de 2011

Breve Curriculum

Hugo Marietan nació en Buenos Aires en 1951. Se recibió de médico y de psiquiatra en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Trabajó en los hospitales psiquiátricos Moyano, Estevés y Borda. Como docente dictó por veinte años el Curso de Semiología y Clínica de la Psiquiatría en el Hospital Borda, experiencia que plasmó en su libro Semiología Psiquiátrica que va por su cuarta edición. Desde hace más de dieciocho años se dedica a la investigación de la psicopatía, siendo el descubridor del vínculo que se establece entre el psicópata cotidiano y la persona que puede convivir con él -el complementario-, descubrimiento por el cual es reconocido internacionalmente y que generó El complementario y su psicópata, libro que resume estas investigaciones. También escribió Curso sobre psicopatía, los extravagantes, orientado a psicólogos y psiquiatras, y El jefe psicópata. Es miembro de la Asociación Argentina de Psiquiatras donde es responsable del Capítulo sobre Psicopatías, al igual que es coordinador del área de Trastornos de la Personalidad en los congresos internacionales de Interpsiquis, de España, en su portal psiquiatria.com. Es director de la Revista de psiquiatría Alcmeon. Escribió numerosos artículos sobre la especialidad y ha dado conferencias nacionales e internacionales sobre este tema. Su página,www.marietan.com, es consultada por los estudiosos de la psicopatía, por los que la padecen, y es de referencia en los foros judiciales.

La demencia del psicópata

Los ojos delatan la locura, oscuros, idos, de movimientos rápidos, muestran la confusión de la mente que los controla. Con pasos lentos, desorganizados, camina arrastrando los pies, como siempre, pero más acentuado. Te mira y no conoce. Incapaz de coordinar las frases, con la barbilla temblona y una boca desdentada, balbucea y se enfada cuando no le salen las palabras que quiere decir. Mi padre, consciente de su dificultad, protesta de su vejez. Enjuto y aparentemente frágil, no tiene padecimiento de nada, salvo la demencia que se come su cerebro, que aterradora avanza como un bólido deseoso de llegar a la meta.Pero sigue siendo él y su complementaria, mi madre -anciana también-, no lo abandona, fiel compañera, y alimenta el circuito mientras los demás enloquecemos a su alrededor. Nadie comprende qué pasa, porqué esa irracionalidad, y yo no lo digo, porque no me creerían, pero lo sé: mi padre actuará como el psicópata que es hasta el final. Al igual que mi madre que, incapaz de soltarse, intenta por todos los medios, seguir nutriendo su mundo psicopático, aunque vaya, como siempre ha sido, en contra de sus hijos.Cada vez que buscamos una solución para ayudarla, que pasa por separarla de él, la boicotea. Mis hermanos, turbados, preguntan: ¿pero por qué no se deja ayudar? Mi madre no puede dejarlo, no lo hará por las buenas, y si tiene que renegar de nosostros, lo hará. Ambos son uno, y mis hermanos no lo comprenden. Mi madre no lo ama, no lo soporta y quiere vengarse ahora que lo ve débil, ella crece ante su incapacidad, pero si intentamos evitar que sufra, o procurarle calma, descargarla del peso, se resuelve contra nosotros. Desconcertados, enloquecemos casi tanto como el psicópata.Lo que más me llama la atención es ver la confusión que la desaparición de la fuerza del psicópata provoca en el grupo. Sin esta fuerza que tiranizó sus vidas, parecen ahora desorganizados, confusos, inseguros hasta las lágrimas, van y vienen intentando cambiar algo que es totalmente imposible de cambiar. Con grilletes psicológicos dan traspiés, giran y caminan buscando la salida de un círculo que no se abrirá, salvo que ellos mismos lo abran. Pero ¿cómo hacer si no tienen ni idea de donde están?

Paloma de Málaga, España, diciembre 2010

Introducción

Este libro tiene como propósito transcribir las experiencias de personas que han convivido con psicópatas, o han mantenido una relación de largo tiempo con ellos. Nos centraremos especialmente en la ecuación "complementaria-psicópata", dado que en la práctica, el porcentaje de mujeres que se relacionan con psicópatas es muy superior al de varones relacionados con mujeres psicópatas. Intentaremos contestar algunas cuestiones que surgen inevitablemente al investigar sobre estos circuitos, preguntarnos, por ejemplo, cuáles son las condiciones o características que tiene la complementaria como para tolerar las alternancias de la conducta del psicópata; la especial y selectiva negación de la realidad psicopática que está viendo; el adormecimiento de la complementaria para ubicarse en la condición de "cosa" en que la ha colocado el psicópata, y finalmente, los indicios del despertar de este extraño y complejo sueño.

Rasgos de la complementaria

Acerca del primer punto, las características de la complementaria, podemos decir que estas mujeres tienen factores comunes entre sí y, a su vez, características distintivas que las separan de la mujer común. Una de estas características distintivas es el aburrimiento, o al menos, una actitud neutra frente a la relación con un hombre común. La complementaria, antes del encuentro con el psicópata, parece esperar que sucediera algo extraordinaria en su vida. De adolescentes, en medio de la tormenta hormonal, tratan de buscar varones que se destaquen en alguna actividad. Son selectivas y exigen del varón que éste complete un protocolo con puntos sobresalientes como para acercarse a él. Sin embargo, esta característica selectiva hacia los varones comunes no es totalmente captada por la propia complementaria; es más, ellas se consideran a sí mismas como mujeres sencillas, pero que como resultado de un interrogatorio fino y atento, sobresale que no se conforman con lo dado y que siempre están buscando más de lo que una relación común les puede dar. Muchas de ellas se refugian en carreras universitarias, empresariales o comerciales como u soporte que les permite dilatar el conformar una familia con un hombre común y, cuando una vez recibidas conforman una familia, la relación es sólo formal y con un tibio contenido afectivo. El analista se da cuenta de esto porque el acento está puesto, ya sea en la continuidad de la carrera profesional o comercial, en el marcado desdén por las tareas del hogar y la atención de los chicos, o bien, por una exagerada atención hacia los hijos y hacia los aspectos formales de las relaciones sociales de una pareja, es decir, máscaras del aburrimiento.

La fisura afectiva

En su historia vital se observan fisuras afectivas, producto de relaciones familiares anómalas, maltratos, o directamente descalificaciones por parte de algún familiar, que no necesariamente es la madre o el padre, sino otro familiar significativo, o en el peor de los casos, tienen un familiar psicópata que las condicionará en el futuro a la relación con psicópatas. A pesar de esto, muchas de ellas han sido líderes en su adolescencia; de hecho, ya adultas, y como consultantes como complementarias, se observa que la enorme mayoría son profesionales destacadas, empresarias, o tienen alguna característica social sobresaliente. Otras, aparecen en el consultorio, apagadas y grises después de una relación de diez o quince años con un psicópata, pero si se inquiere sobre las características de su adolescencia y su adultez joven, se ve que cumplen los requisitos que mencionan anteriormente. He tenido varios casos de complementarias que nunca han ejercido su profesión universitaria por mandato del psicópata, y han sido reducidas por ellos a cumplir sólo con su rol de amas de casa.

El encuentro con el psicópata

Este esperar de la joven complementaria de que le suceda algo extraordinario en su vida, lamentablemente a veces se cumple de la mano del psicópata, y es justamente este factor el que explica el deslumbramiento casi inmediato que siente ante el psicópata, a quien ella capta como ese ser distinto, que de hecho lo es, que por fin ha llegado a su vida para darle el tan esperado cauce a una larga postergación. Tal vez esto dé cuenta del porqué la complementaria hace caso omiso a las evidentes alarmas ante las conductas extravagantes del psicópata en el inicio de la relación. Esas extravagancias y rarezas conductuales son justamente las señales que la complementaria necesita para determinar que está ante un ser muy alejado del común, que genera, por un lado, temor, y por otro lado, una gozosa expectativa. Y el psicópata es cualquier cosa menos aburrido. La complementaria se encuentra en una relación donde el varón la hace sentir la mujer más especial, más interesante y la única que puede estar con él. Estas grandilocuencias verbales del psicópata, lejos de provocar el rechazo inmediato ante la desmesura, incrementan la fascinación de la complementaria. En este caso el psicópata sabe cómo estimular el ego de la complementaria, aunque las mismas palabras y halagos emitidos por un varón común provocarían la burla de la complementaria: El otro elemento que la mayoría refiere es sentir una integración inmediata con ese ser extraño, de manera que el tiempo habitual requerido en una pareja común para lograr armar un "nosotros" imperfecto se convierte en un "flash", en una inmediatez absolutamente inusual. Ellas dicen: "lo vi, nos miramos, hablamos, y sentí que los dos éramos una sola persona". A tanto llega esta integración inmediata que no le resulta extraño que el psicópata le proponga matrimonio a los pocos días de conocerlo, o que en el primer encuentro le confiese que está total y absolutamente enamorado de ella, situación que, lejos de provocar la normal inquietud o descreimiento ante tan abrupta e impropia declaración, provoca una asonancia y armonía en las cuales la complementaria está totalmente de acuerdo.

¿Cómo atrae la complementaria al psicópata?

¿Qué es lo que atrae al psicópata de la complementaria? Mejor expresado, ¿qué es lo que hace la complementaria para atraer al psicópata? El psicópata es un depredador, es un ser que siempre está buscando una presa, algo que le pueda ser útil para conseguir sus objetivos y, rara vez elige a una mujer común dado que, en primer lugar, la mujer común huye del psicópata porque las rarezas y anormalidades en las conductas le provocan el suficiente terror como para desligarse de él y, en segundo lugar, el nivel de tolerancia no es el suficiente como para someterse a los grados de sumisión que exige el psicópata. Lo que la complementaria le muestra al psicópata es su insatisfacción profunda, su hambre de novedad y su hastío, que él puede visualizar detrás del ropaje formal que presenta la complementaria. Este ropaje formal de la complementaria es el que la asimila al resto de las mujeres, de tal forma que sus amigas y sus familiares dicen de la complementaria "que era una chica común hasta que cayó en manos del psicópata", pero el psicópata logra ver detrás del disfraz de la complementaria y captar ese aburrimiento y hambre de novedad. Ocurre que el psicópata es una persona básica; para él todo el ropaje, el disfraz de las costumbres culturales, no son más que eso, y va a la animalidad de las personas, terreno donde él se mueve a la perfección. La mujer común está muy apegada a los usos y costumbres, de tal forma que la observación de esos usos y costumbres son tan importantes como sus necesidades vitales; así es que muchas de ellas abandonan las relaciones con varones que se ajustan perfectamente a sus necesidades vitales, pero que no cumplen los requisitos formales de los usos y costumbres. La complementaria, en ese sentido, es distinta, y es justamente eso lo que capta el psicópata, pero más que nada, es la complementaria la que se da cuenta de que ese ser distinto está mirándola en sus esencias básicas, y con desprecio de los elementos formales. Es una especie de juego clandestino, ya que ambos conservan hacia los demás los usos y costumbres comunes, pero para sí se relacionan con estos factores básicos en la relación varón-mujer. Por lo que vemos es una doble captación; por un lado, el depredador que olfatea a su presa y, por otro lado, la presa, que emana los aromas necesarios para atraer al depredador.

Lo que dice la complementaria

En el discurso de la complementaria estas distinciones están adornadas de elementos aparentemente comunes, por ejemplo: dicen que las atrajo tal o cual cualidad del psicópata, por lo general se refieren a su inteligencia, a veces su humor, o a ciertos rasgos de audacia que presenta el psicópata. Algunas, dicen: "me parecía un muchacho común", pero si se las lleva con paciencia por interrogatorios hacia los primeros pasos de la relación se descubren estos elementos que estamos mencionando. Algo que oscurece aún más esta dinámica es que cuando la complementaria se presenta a la consulta es un ser desgastado, apabullado, y se esfuerza en su papel de víctima de la relación. Hay tanto resentimiento, deseos de venganza, odio y complejas atracciones, y por sobre todas las cosas, decepciones, que hacen que la complementaria desdeñe estas sutilezas iniciales.

A través de los capítulos que siguen vamos a ir desgranando el resto de las características de este circuito, pero primero debemos contestar la pregunta básica: ¿Qué es un psicópata?

¿Qué es un psicópata?

No hablamos en este capítulo del psicópata exacerbado, el asocial: el asesino serial, el violador secuencial, ni del perverso intenso, sino que hablamos del que he llamado "el psicópata cotidiano": el que ejerce su psicopatía en la pareja, en la familia, en el lugar de trabajo, en el club, aquel que muestra sus rasgos psicopáticos y no es señalado como asocial.

¿A quién llamamos psicópata?

Un psicópata es una persona. Hago un alto acá, porque varios de los damnificados por la relación con un psicópata no lo llaman "persona", ni mucho menos. Por lo general se refieren a él con un insulto, "el gran h de p". Pero, subjetividades aparte, es una persona. Con mayor precisión diremos que es una forma especial de personalidad. Es una manera de ser en el mundo que se distingue del grueso de la población. ¿Por qué característica? Por tener necesidades especiales y cosificar a las otras personas.

Necesidades comunes y especiales

Es propio de la naturaleza de los seres vivos tener necesidades: necesitar de lo externo para sobrevivir (nutrientes, resguardo, reproducción, y demás). Pero las necesidades comunes son consensuadas y comprensibles. Es decir, la inmensa mayoría las comparte: necesidades de alimento (y un modo de hacerlo), necesidad de los otros (por seguridad, por debilidad individual), y otras. Estas necesidades las entendemos (intelecto) y las comprendemos (empatía y vivencias similares). Son necesidades típicas, comunes. Entonces, ¿qué sería una necesidad especial? Es una necesidad que el común no acepta, no consensúa o le repugna. Por ejemplo, preferir como alimento la carne humana (canibalismo) en un espacio y tiempo culturalmente inaceptado; la exacerbación del poder; ejercitar el sexo (sexuar) con infantes (pedofilia), o sin el consentimiento de la otra persona (violación)...

La cosificación

¿Y la cosificación? Es quitarle la jerarquía, el valor de persona del otro y tratarla como una "cosa", como algo que se usa y se tira, como algo sobre el que se permiten maniobras y manipulaciones que serían indignas en una persona. Sobre una "cosa" se puede realizar cualquier acción sin el displacer interno (culpa) por las consecuencias de esas acciones. Es un tipo de impunidad interior que tiene el psicópata. En su mente parece haber un juez benevolente que prioriza las necesidades del propio psicópata por sobre las consecuencias negativas en las otras personas. "El fin justifica los medios", enuncia este juez maquiavélico. Y ésta es una de las claves para acercarnos, al menos un poco, a entender intelectualmente cómo funcionan estas personas especiales: tú, el que está con el psicópata, no eres tratado como un igual a él, sino como algo inferior, desechable, como una cosa. Grandes son los lamentos de los complementarios (los que conviven con psicópatas) al darse cuenta de que no son valorados como personas. Porque el psicópata sólo ve en ellas la utilidad para sus fines y sus objetivos transitorios.

¿Cuántos son? Alrededor del 3% de la población. Sobre una base, en Argentina, de 40.000.000 de habitantes, serían 1.200.000. ¿Todos varones? No, la relación es de tres hombres a una mujer, O sea que contamos con unas 300.000 psicópatas mujeres.

Rasgos de psicopatía

1) Los psicópatas siempre trabajan para sí mismos.. A veces parece que son altruistas, generosos, desprendidos. No confundirse: están invirtiendo, en algún momento sacarán el jugo a esas inversiones y a esas dádivas. Hemos tenido las experiencias de políticos esforzados "por la patria", "por la recuperación del ser nacional", "por la patria grande", "por los desposeídos", todos objetivos muy gregarios pero, hilando fino, sólo estaban trabajando por cumplimentar sus necesidades especiales de poder.

2) El psicópata no muestra acciones psicopáticas en el 100% de sus conductas. Esto confunde mucho a los comunes, que creen que un psicópata debe mostrarse constantemente en conductas atípicas o asociales. No. Al contrario. La mayoría de esas conductas son adaptadas y sólo en un pequeño porcentaje se muestra como psicópata y no con cualquiera que...

3)... el psicópata muestra su psicopatía con el complementario (el que convive con él), con otro psicópata (cuando se asocian para lograr un objetivo --bandas de delincuentes, partidos políticos, empresarios--), o cuando actúa sobre personas comunes (cuando las viola, las asalta, las estafa, las mata, etcétera).

4) Es de difícil identificación. Por lo general, pasan desapercibidos. Algunos son gentiles, amables, tienen el "don de gente", son seductores, hasta fascinantes (los hay también muy desagradables, pero lo trataremos en otro trabajo) Y ejercen su psicopatía solapadamente en ámbitos separados de sus lugares habituales.

5) Suelen ser bifrontes. Como Jano, el dios de la mitología romana, los psicópatas presentan dos caras: una, frente a los complementarios y a su familia, y otra, frente al resto de la sociedad. Suelen ser tiránicos, déspotas, agrios, callados con su familia, y sociables, agradables y solícitos frente al resto de las personas. De tal forma que los "amigos" externos a la familia no dan crédito cuando un complementario o un hijo de psicópata les dice cómo es el comportamiento del psicópata dentro de la familia.

6) Convencen. Suelen ser carismáticos y seductores. Convencen a los demás, a veces, francamente, los fascinan para que sigan sus proyectos o sus intereses. Las herramientas que usan son: una perspicacia especial para captar las necesidades y debilidades del otro, la capacidad de "expandir" la libertad en el reprimido, la mentira (son verdaderos artistas de la mentira), la coerción, la actuación (son actores natos).

7) La desmesura. En sus hechos psicopáticos, y si se observa bien se da también en los hechos cotidianos -sobre todo en los relacionados con la afectividad-, el psicópata sobrepasa o no llega al rango normal que se da en el accionar común. La falta de empatía y la escasez de tonalidades emocionales contribuyen a su desmesura. Por ejemplo, ante la muerte de un familiar muy querido por toda la familia el psicópata no manifiesta ninguna emoción y se limita a decir: " estaba vieja y enferma, es normal". Otro ejemplo más común es el desmedido uso del celular para comunicarse con la complementaria: "Me llama o me envía SMS más de veinte veces al día", dice una de ellas, y cree, erróneamente que es una muestra de interés y atención sobre ella, pero en realidad es una forma de control y de manipulación del psicópata cotidiano.

8) Minan la autoestima del otro. Trabajan cual escultor tallando todos los valores del complementario hasta eliminar, muy de a poco, todos los valores que lo sustentan como persona (la dignidad), hasta convertirlo en un ser dependiente y demandante de los caprichos del psicópata (un esclavo). Este es un "proceso" nada agudo ni torpe. Se hace con lija fina, pero constante y sin pausa. Y la mayoría de las veces el complementario no es consciente de la profundidad de su deterioro como persona. Ante la alarma general de su familia de origen, de sus amigos, que lo ponen sobre aviso del desastre, el complementario hace caso omiso de las advertencias y sigue obnubilado tras el mandato del psicópata quien, a sabiendas de esto, lo que hace es llevarlo a un...

9)... aislamiento. El psicópata aísla al complementario y a toda su familia. Toda persona que puede interferir en su poder interno es descalificada, menospreciada (sutilmente, desde luego) hasta que el complementario "se da cuenta" de que esa persona es negativa para él. Así se va quedando sin amigos, primero, luego in relación con los hermanos ni con sus padres, y su único sostén es... el psicópata.

10) Uso y abuso. Llegado a este punto, el complementario ya está preparado para el uso y abuso por parte del psicópata quien, ahora sí, muestra su cara más desagradable y tiránica, pero ya no tiene a nadie que lo pueda confrontar.

11) Un largo sueño. La relación psicópata-complementario hunde su anclaje en lo irracional. Nada lógico puede explicar esta unión. Sin embargo, es muy sólida y reincidente. La persona sometida a un psicópata parece sumida en un largo sueño, un vaho de realidad nubla todo lo relacionado con lo negativo de la relación. Aquí los argumentos de los ajenos al circuito psicopático chocan con una barrera incomprensible, puesta por el mismo complementario que se queja, pero que daría su vida por seguir con el psicópata.

¿El psicópata debe someterse a un tratamiento? ¿Cuándo un terapeuta puede incidir terapéuticamente sobre la psicopatía de un psicópata? Nunca. ¿Cómo tan categórico? Muy sencillo. La psicopatía es una manera de ser. No es una enfermedad, ni algo adquirido por malos tratos infantiles, es decir, no es algo aprendido. Es así. La historia de este tema muestra ejemplos de todo tipo de terapias, y el resultado es el mismo. Siguen siendo lo que son ¿Pueden modificar su conducta? Sí, si eso los va a beneficiar en algo. Por ejemplo, pueden actuar de "presos modelos" porque saben que eso les reduce la pena un 30%. Pueden asistir a terapia porque el complementario, cuando es huésped y el psicópata es parásito, le exige que lo haga. En fin, cuando le conviene.

¿Cuándo el terapeuta puede asesorar al complementario? Cuando el complementario se agotó en la relación (el efecto del psicópata sobre el complementario es como el de un vampiro energético: chupa las ganas, el ánimo del complementario, quien suele parecer un "anémico" por lo desgastado). O cuando el psicópata lo deja por otro. Pero, nada se puede hacer cuando el circuito psicopático está vigoroso y el complementario duerme el sueño de los esclavos. Bien, el complementario viene a consulta, ¿entonces qué hacemos? Esto se los contaré en los próximos capítulos.

¿Quién no es un psicópata?

No son psicópatas, pero lo parecen

A menudo las mujeres consultan por estar en pareja con varones que les resultan ríspidos en su accionar y suelen confundir con psicópatas. Para hacer una adecuada distinción damos las características de algunas de estas personas y su diferencia con el psicópata.

Mujeriegos

Existen distintos tipos de mujeriegos. El fogoso, empujado por sus hormonas, está constantemente buscando una mujer, sin discriminar mucho, con la cual saciar su imperioso apetito. Lo caracterizan la frecuencia de relaciones sexuales y la avidez por el acto sexual en sí, en detrimento del cortejo previo a la relación. Son machos que agotan a sus parejas y suelen ser necesariamente infieles, dado que una mujer no suele bastar para calmar su voracidad sexual. Por otra parte, la mujer común se siente sexualmente inquieta ante la presencia de estos hombres, independientemente de su aspecto, posiblemente por el hecho de que captan esta avidez sexual. Sin duda son la pareja ideal para una mujer fogosa, pero una fatiga para la mujer normal y un calvario para la mujer fría. Su prolífico accionar sexual sólo se atenúa cuando es muy añoso. Hay casos de hombres de más de ochenta años que mantienen su vigor, por lo tanto la mujer que espere que estos hombres sean fieles deben perder toda esperanza. No hay aquí una intención de dañar o de ofender a su pareja, sino que esto es pura necesidad biológica, que incluso, a veces, llega a molestar moralmente al fogoso, pero, desde luego, no es algo que pueda dominar. Ninguna mujer comprende esto, así que la mujer satisfecha y gozosa es igualmente quejosa por las reiteradas andanzas extramaritales. Cuando conforman pareja con una mujer fogosa suelen llevarse de maravillas en lo sexual, pero suelen ser batalladores en la convivencia. Son esas parejas de las que los amigos no entienden por qué siguen juntos, ya que discuten continuamente, y a veces suelen ser altamente agresivos entre ellos, pero lo que los amigos no saben es que estas batallas verticales se solucionan en la horizontalidad. Estos hombres suelen tener un magnetismo especial e impulsan a las mujeres a tomar la iniciativa del requerimiento sexual. La hija de uno de ellos me decía: "mi padre tenía un puesto de diarios y yo lo ayudaba algunos días, y era increíble como las mujeres directamente le venían a proponer, sin que él hiciese nada, un encuentro o una cita. Yo, como vivía en el barrio, las conocía; había casadas, solteras, viudas, delgadas y gruesas, y mi padre era de pocas palabras, de un trato seco, diría; sin embargo, ellas venían una y otra vez detrás de su objetivo". Era un seductor pasivo, ya que él no hacía nada para conquistar a las mujeres. El infiel es mentiroso por necesidad.

El seductor empedernido se caracteriza por disfrutar de los pasos previos a la relación sexual. Es un experto en cortejo. Ha adquirido la técnica del acercamiento hacia la mujer y el rito necesario para entrar suavemente en su interior. La mujer se da cuenta de que está en presencia de uno de ellos por las galanterías y la falta de apresuramiento en conseguir el objetivo principal. Son muy cuidadosos con su presencia, en los detalles de su vestimenta y en la mesura de sus gestos. Son delicados, sutiles, pero no dejan lugar a dudas de sus intenciones; la técnica es acercarse sin asustar. En realidad el seductor necesita tiempo para conocer con qué tipo de mujer está para encontrar los puntos vulnerables y las claves que le permitirían artísticamente poseerla. Otro factor ponderable es la extraordinaria capacidad que tienen de comunicarse verbalmente y encantar con la palabra. Saben a quién, cómo, cuándo, dónde y de qué hablar. He conocido hombres que eran tan hábiles con su labia que eran capaces de conquistar, o al menos iniciar los pasos previos de una conquista sólo hablándoles mientras ellas caminaban por la calle, al parecer, indiferentes; y algunas mujeres me han confesado que no se pueden resistir a un hombre que las piropee y las sepa halagar con palabras. Hay una variedad dentro de estos seductores que se enamoran más de su técnica que de la dama, y cuando consiguen "el sí de las niñas" siempre tienen una excusa para no concretar la relación sexual. Este rasgo los emparenta con la histeria femenina, donde la apariencia genera situaciones eróticas que nunca llegan a concretarse.

El hombre de las dos casas. Este personaje no se contenta con formar una familia y tener una amante, sino que amplía sus aspiraciones hasta formar una familia paralela. Estas relaciones pueden mantenerse por muchos años con un acuerdo tácito de las mujeres involucradas. Bien sabemos que se puede engañar a una mujer por poco tiempo, pero jamás por años. Por lo general suelen ser personas no agresivas y buenos proveedores con sus dos familias, pero no se pueden desprender de ninguna de las dos.

El picoteador. Este tipo de infiel gusta de las aventuras esporádicas y con diversas mujeres. Es un amante exprés. Cuando no puede ejercer esta actividad con mujeres comunes, las realiza con prostitutas. Salvan su responsabilidad diciendo "que ellos tienen un amor y que las relaciones sexuales esporádicas no afectan en nada su relación familiar, ya que no significan nada para ellos". El doble enamorado es aquel que aparte de su pareja tiene una amante estable, y la amante es consciente de la presencia de la otra pareja, pero la situación de su marido le es desconocida a la mujer oficial. Por lo general la amante tiene características que suplen algunas de las falencias de la mujer oficial, según el gusto del doble enamorado. Es aquel que tiene escapadas de fin de semana con su amante argumentando salidas de trabajo o congresos, etcétera. Está situación es duradera porque la amante disfruta de un tipo de hombre solícito, por lo general generoso y sin las rispideces de la convivencia; y la mujer oficial tiene un hombre tranquilo que no suele generar problemas de convivencia.

Contra toda esperanza de las mujeres que consiguen formar pareja con mujeriegos, a quienes han conocido precisamente por esta característica de ser conquistadores, debo decirles que, si bien su rasgo distintivo puede atenuarse, tal vez por la vida en pareja, o incluso puede transcurrir un período de latencia al inicio de la relación en el que logre controlar, hasta un punto, sus apetencias hacia las otras mujeres, tarde o temprano el hábito retornará y siempre seguirán siendo mujeriegos. Si una mujer es muy celosa debe desistir de relacionarse con este tipo de hombre, y si no lo es o está muy enamorada de él, debe tolerarlo tal cual es y no plantear una guerra eterna e infructuosa, ya que no cambiará.

Diferencias entre el mujeriego y el psicópata conquistador

Los mujeriegos que hemos descripto aquí se satisfacen con conseguir, ya sea la relación sexual en sí, o sentirse favorecidos por las mujeres; y algunos, como en el caso del doble enamorado o el hombre de las dos casas, con la ternura y el disfrute de una familia aparte. Es decir, estos mujeriegos son cuantitativamente distintos del hombre común, que es más sosegado en este tema, y se acerca más a la monogamia. El psicópata es cualitativamente diferente en este rubro, ya que la seducción y la posesión de la mujer es una mera herramienta para conseguir otros fines más complejos, a saber: Con la seducción tal vez consigan ser mantenidos económicamente por la dama en cuestión, psicópatas-parásitos; o pueden conseguir poder, ya sea en el sentido económico o porque la mujer esté muy bien relacionada con factores de poder y le sirva de escalón para sus propósitos. Otro uso que hacen de las mujeres los psicópatas es el de construir una fachada de familia que los haga mejor presentables ante la sociedad para satisfacer sus necesidades especiales, como es el caso de empresarios, cuyo crecimiento depende de las relaciones, o bien de los perversos, donde la fachada familiar es útil para ocultar sus oscuras inclinaciones. El psicópata, que desconoce el sentimiento del amor, le da un sentido utilitario a la mujer, y puede, incluso, convertirla en una cómplice de sus acciones ilícitas.

Manipuladores

El "ventajita" es una mezcla de manipulador y mentiroso con una excusa siempre presente para justificar su inacción laboral y su parasitismo sobre la pareja. No suelen ser agresivos, al contrario, pueden ser muy amigables, hasta simpáticos, y muestran la cara de aquél al que la vida no le ha dado la oportunidad adecuada. Siempre está hablando de sus potencialidades trabadas por el medio, el país, o cualquier otra situación de la vida. Lo importante es que este tipo de hombre abusa económicamente de las mujeres, o bien el mayor peso económico lo lleva la mujer, y él se limita a hacer tareas menores con mucho tiempo libre; a veces suplen a la mujer en las tareas del hogar. Este "ventajita", cuando es confrontado por la mujer, que a veces se cansa de ser el "buey" que arrastra la casa, asume un papel lloroso hasta reinstalar la lástima de su compañera, que lo vuelve a aceptar como parásito. Por lo general la mujer que se aparea con estos hombres es de carácter fuerte, dominante y de alguna manera le satisface el aspecto sumiso con que suele investir su personaje "el ventajita". Al volver de su trabajo, por ejemplo, la mujer se encuentra con la casa ordenada y la cena preparada. Cuando se le pregunta a la mujer porqué sigue esta relación responde que "a pesar de los déficits que ve en él, en realidad se siente cómoda y que, salvo el detalle de que trabaja poco o no trabaja, es un excelente compañero y una buena persona". El problema surge cuando la afectividad de la mujer se agota o aparece un tercero que le es más apetecible que el parásito, y es ahí donde se corre el velo y la mujer lo puede ver tal cual es, un ser ocioso que la ha estado manipulando durante toda la relación. Los argumentos recurrentes del "ventajita" son: que si estuviese en otro país apreciarían el talento que no puede desplegar en un lugar de cuarta como en el que está viviendo. Por ejemplo, un actor decía que de ninguna manera iba a hacer pequeños papeles actorales o comerciales porque él era un actor eximio para grandes obras de teatro que, por supuesto, nunca le ofrecían. Dentro de estos ventajitas también están los estudiantes crónicos que prometen que 'el año que viene obtendrán el título', y que cuando trabajen como profesionales podrán compensar todo el sacrificio de la mujer por mantenerlos, pero ese famoso 'año que viene' nunca llega. ¿Por qué no consideramos a este vividor como un psicópata? Porque si bien es manipulador, mentiroso y con vicios de explotador, conserva la empatía y el trato de persona hacia la mujer y aporta, a su manera, elementos positivos a la relación en sí, como suplir a la mujer de tareas menores o brindarle un trato cariñoso y sin rispideces. Es, en definitiva, un vago con argumentos.


El psicópata parásito es un parásito contundente; se nota la cosificación y la falta de empatía, y el menoscabo de la mujer parasitada, a la que, si bien la impulsa a realizar tareas que reditúen económicamente para la pareja, en los otros aspectos la denigra. El psicópata parásito realiza, como todos los psicópatas, un trabajo previo para captar la psiquis de la complementaria, donde muestra su arte de seducción y manipulación. Lograda esta primera etapa de encantamiento y, conseguida la sumisión de la mujer, ejerce entonces el parasitismo. Este puede ser moderado o extremo, dependiendo de las necesidades del psicópata. Un parásito extremo, por ejemplo, puede ser el de inducir a la mujer a la prostitución para generar recursos que mantengan al psicópata; un ejemplo de parasitismo moderado es aquél en el que la mujer trabaja y el psicópata "administra" los recursos económicos de la pareja, pero siempre está presente la degradación de la autoestima de la complementaria a fin de instalar en la mente de ella la consigna de que no puede hacer nada sin la presencia del psicópata. He escuchado decir a alguna de ellas "sin él yo no hubiese logrado nada" o "gracias a él soy lo que soy", con un convencimiento extremo. Este grado de cosificación de la persona, como dijimos, se produce en la primera etapa, y luego le resultan fáciles al psicópata las maniobras necesarias para mantener su estado de parasitismo. Como se observa en este caso y, a diferencia de los que comentamos anteriormente, aquí el ejercicio del poder sobre la complementaria es manifiesto y explícito, hasta asumido con plenitud por la propia complementaria. No está en estos casos el detalle del compañerismo o de la satisfacción de la convivencia, sino que la falta de empatía y el deterioro de la autoestima hacen que la complementaria se desgaste emocionalmente. Cuando este desgaste provoca agotamiento, hartazgo, y la complementaria realiza atisbos de rebelión, el psicópata retrocede unos pasos en su tiranía y le concede algunos beneficios. Es en esta etapa en que algunas complementarias le exigen al psicópata que haga psicoterapia de pareja, o bien una psicoterapia individual, acción a la que el psicópata se presta con mucho agrada, dado que a él le resulta fácil ir a conversar un rato con el terapeuta, y con esa sencilla maniobra retoma el poder sobre la complementaria, que cree que el psicópata está en vías de recuperación. Está relación de parasitismo puede durar muchos años, hasta décadas, y algunas de estas parasitadas se resignan a su estado, nunca solicitan ayuda para salir del circuito y, a veces, el arte del psicópata es tan exquisito que las convence de que ese es el estado natural de las cosas. Como suele pasar en la mayoría de las relaciones psicópata-complementaria, los familiares y los amigos advierten a la complementaria de la situación parasitaria en que se encuentra, pero ella hace caso omiso de estos argumentos y continúa con la relación y, si los allegados insisten, se aísla de ellos y concentra su vida alrededor del psicópata.