miércoles, 1 de mayo de 2013

El jefe psicópata: Radiografía de un depredador capítulo 1

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Agradecimientos

El escritor suele crear la ilusión de que es el único autor de un libro. Sin embargo, un libro es el resultado del esfuerzo conjunto de muchas personas que, de manera objetiva o involuntaria, han hecho una cadena de aportes para que la obra se creara. Este libro es un ejemplo de ello. No existiría si no me hubiese convocado el editor Leopoldo Kulesz, tras leer un reportaje sobre los psicópatas y el poder que me hizo Laura Di Marco para el diario La Nación el 14 de enero de 2009. Laura me conocía a través de mi página de Internet, www.marietan.com, donde se editaban mis trabajos de investigación sobre psicópatas, abonados por cientos de cartas de personas afectadas por ellos. Esto creó una especie de cadena de múltiples eslabones, entre los que puedo nombrar a Silvia Galgano, Nora Gelso, Patricia Méndez Sequeira, Cynthia Esteban, Fanny Mandelbaum, Esteban Mirol y Graciela Sasbon. Debería mencionar a muchos más y agradecer a todos, porque cada uno contribuyó, a través de su consulta, a que descubriera algunos indicios de la urdimbre que es la mente de un psicópata. También quiero agradecer a los autores de los libros biográficos sobre Sarmiento, Rosas, Perón, López Rega, Massera, Menem y Kirchner, porque en ellos me he apoyado para extraer los rasgos de estos extravagantes. Asimismo, deseo ofrecer mi gratitud a mis amigos y a mis afectos, a quienes privé de mi compañía para elaborar este ensayo. Y Finalmente, a esa parte de mí que insiste en que la sociedad debe conocer que los psicópatas cotidianos existen, que merodean, golosos y voraces, disfrazados de nosotros, y que en ocasiones se muestran como héroes o como villanos, pero siempre preparados, como depredadores que son, para dar su zarpazo.

                                                                                           Buenos Aires, julio de 2010

Breve Curriculum
Hugo Marietan nació en Buenos Aires en 1951. Se recibió de Médico y de Psiquiatra en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Trabajó en los hospitales psiquiátricos Moyano, Esteves y Borda. Como docente dictó por veinte años el curso de Semiología y Clínica de la Psiquiatría en el Hospital Borda, experiencia que plasmó en su libro Semiología psiquiátrica, que ya alcanzó tres ediciones. Desde hace más de quince años se dedica a la investigación de la psicopatía y es el descubridor del vínculo que se establece entre el psicópata cotidiano y la persona que puede convivir con él -el complementario-, hallazgo por el cual es reconocido internacionalmente. Estas investigaciones se resumen en su libro El complementario y su psicópata. También escribió Curso sobre psicopatía, los extravagantes, orientados a psicólogos y psiquiatras. Es miembro de la Asociación Argentina de Psiquiatras, donde se desempeña como director de publicaciones y es responsable del capitulo sobre psicopatías. Además, es coordinador del área de Trastornos de la Personalidad en los congresos internacionales de Interpsiquis (España), en su portalwww.psiquiatria.com. Escribió numerosos artículos sobre la especialidad y dictó conferencias nacionales e internacionales sobre este tema.

                                                      Introducción
Hay un néctar especial que liban aquellos que gozan del poder, tan embriagante que nunca la dosis es suficiente para apaciguar su gula. El poder los enseñorea y los sume en una lejanía sobre los demás, que se acrecienta cuanto más poderoso se es. Desde la cima no se percibe como desde el llano; los amanuenses se encargan del recorrido entre los que ilusionaron del poder al poderoso y el poderoso ilusionado. A tanto llega la influencia de estos intermediarios, que son dueños de la realidad que avizora su amo. El poder, entonces, tiene una cara visible y mil ocultas. Y esto se da en todos los regímenes de gobierno, desde un reino hasta una república, a menos que...el que gobierne sea un psicópata.
    El psicópata invierte la relación: él genera la realidad, y los secuaces la imponen en el llano, no hay opción a una doble vía, por las buenas o por las malas, el orden psicopático se impone. En el caso de una democracia este cambio no es brusco, el político psicópata se vale de todos sus recursos, pero principalmente de dos enérgicos colaboradores: los recursos económicos y la bandera del miedo, agitada constantemente y con los más variados contenidos, pero siempre presente. Exprime a sus contrarios más allá de los límites y es pródigo con los que sustentan la base de su poder. Debilita a sus oponentes y refuerza a sus seguidores.
     El psicópata con poder está en su salsa. Su natural narcisismo le devuelve una y otra vez una imagen embellecida que justifica, en todo, su accionar; no hay resquicio, en su mente, para el error propio. Si algo sale mal, los culpables son los otros, o las circunstancias. Sin error no hay arrepentimiento y sin arrepentimiento no hay corrección del rumbo, sino persistencia. Terquedad, dicen los otros; convicción, dice él. Su obrar psicopático se ajusta a sus códigos propios, distintos de los códigos comunes en muchas ocasiones; estos códigos propios le permiten construir una lógica especial que da marco a sus conductas psicopáticas y lo hace impermeable e intolerante a las críticas. El que lo critica no es un adversario, sino un enemigo.
     La arrogancia, acrecentada por los aciertos y los aduladores profesionales, es un ingrediente permanente en la personalidad del jefe psicópata, fomentada, además, por un artificio psicológico que lo acompaña desde la infancia: la cosificación de los otros. Los otros no son significados como personas, como iguales, sino como objetos, cosas, a ser usadas para lograr sus objetivos. Digamos que la materia prima que utiliza el psicópata para laborar sus propósitos son las personas. Y esta habilidad de manejar a los demás proviene de un largo aprendizaje: el estudio persistente de la persona común.
     Para el niño psicópata, la conducta emocional del niño común es un misterio, en consecuencia, lo estudia. El registro emocional del psicópata es limitado y muy emparentado con lo animal. El amor, por ejemplo, es reemplazado por el entusiasmo y por lo instintivo; la ira permanece inalterable; la piedad le es desconocida. Es así que al observar el amplio registro emocional de un niño común ante la variedad de situaciones, no le queda otra alternativa que copiar, simular estados emocionales, ejercer un "como si" emocional que a lo largo de los años lo convierte en un excelso actor de las emociones, y casi indistinguible del común, y en muchas ocasiones lo supera en expresividad. Gran parte de su seducción, encanto y manipulación proviene del ejercicio de este arte. Aprendió la forma, pero carece del contenido emocional.
     Esta sumatoria de desfasajes lo hace proclive a las desmesuras. Desconcierta con sus ocurrencias fuera del tono normal, y sus secuaces se ven en figurillas para emparchar las extravagancias del jefe.
     El psicópata es fiel a sí mismo hasta la idolatría. La infidelidad hacia los otros es un mero efecto colateral y acorde con sus objetivos. Serle infiel a una mujer, por ejemplo, es una nimiedad, simplemente le está siendo fiel al imperativo de sus instintos, y punto. La mujer queda con una alternativa: lo acepta así o se va.
     Hay un factor importante que deben saber los adversarios de un líder psicópata: no están enfrentados a un igual. Están enfrentados a un ser que hace del poder el único motivo de su vida, que su mente, su voluntad y su tiempo están orientados a ese excluyente objetivo. Que piensa como un militar,con tácticas y estrategias y avances implacables sobre los territorios. Que no le importan los efectos colaterales de su accionar con tal que se cumpla su objetivo. El psicópata no direcciona personas, maneja soldados, con el valor que pueda tener un soldado en batalla: la cosificiación de los seguidores es extrema.
     El líder no psicópata adversario del psicópata, en cambio, es una persona que dirige personas. Que basa su poder en el consenso, en la discusión. Que trata de ganarse voluntades y negocia parte del poder con tal de seducirlas. Es alguien que depende de otros. Además, el ejercicio del poder es una parte de su vida, no toda su vida: múltiples intereses lo distraen. Las decisiones contemplan los costos y las consecuencias que ocasionarán. Como su poder depende de los otros, la imagen y la consideración de los otros son importantes para él. Al no saber que se opone a un psicópata trata de elaborar sus estrategias basadas en un error: la empatía, "si yo estuviese en su lugar...". El psicópata no piensa como él, no es empático. Es un depredador voraz e impiadoso.
     Como se ve, la desventaja del político común frente al psicópata es clara. El psicópata lo sabe; el político común, no. Ambos comulgan la vieja asimetría, la de la gacela y el tigre.

     En este libro describo las características de algunos jefes comunes, de los que siguen sus órdenes, los mandados. También hago una reseña del líder natural, del líder que se manifiesta espontáneamente solidario y altruista ante circunstancias difíciles. Sigue una descripción detallada del jefe psicópata y, más adelante, de los extravagantes, que son los jefes psicópatas que en su accionar psicopático benefician benefician colateralmente a la sociedad y son aceptados, parcialmente, por la comunidad.
     Llevo años investigando a los psicópatas cotidianos, a los que conviven con él, los complementarios; a los efectos del accionar psicopático sobre las otras personas y a los extravagantes. Mis libros anteriores sobre este tema, El complementario y su psicópata Curso sobre psicopatía. Los extravagantes, son la base sobre la que he asentado la presente investigación.
     Espero contar con un lector que se atreva a lo nuevo, que se despoje de prejuicios e ideologías, que no confunda distinguir con discriminar, y que me acompañe en este apasionante laberinto de desmesuras que conforman la mente del psicópata.

                                                                       CAPÍTULO 1
                                                                   
                                                                     La psicopatía
    El psicópata es una variedad de ser humano. No es un enfermo, como la mayoría de las personas cree, sino que es una manera de ser en el mundo, que presenta necesidades especiales y tiene conductas que tienden a satisfacer esas necesidades especiales sin importarle las consecuencias sobre los demás, cosificando a las personas; estas características lo hacen, por supuesto, atípico, por fuera de lo normal.

Distintas manifestaciones de la psicopatía
     
Más que varios tipos de psicópatas, hay una psicopatía con varias manifestaciones. Estas variaciones dependen del tipo de necesidad especial que tenga el psicópata (de violar, de matar, de poder, etc.), pero los rasgos esenciales se mantienen, ya sea un asocial (asesino, delincuente) o un adaptado social parcial, como lo es el psicópata cotidiano.
     La psicopatía se manifiesta aproximadamente en el 3% de la población. Sobre la base de una población de 40.000.000, serían 1.200.000 psicópatas. Uno de cada 30 individuos. Dentro de los psicópatas, la relación de género es de 3 varones por cada mujer, es decir, sobre esa misma población, serían unas 300.000 mujeres; 1 cada 133 habitantes. Esto implica que son pocos, aunque cuando se manifiestan son estridentes y parecen más, pero es una sensación por contraposición al silencio de manifestaciones extravagantes en la población general. Ocurre que las acciones psicopáticas suelen ser noticia en los medios de información, en cambio, las acciones comunes, no. Lo común no hace historia.

Otras características
    Los psicópatas vivencias una expansión de su libertad interior. Creen que todo es posible, para ellos no existen mayores límites para accionar. La persona común tiene sus diques, sus represiones, sus inhibiciones. El psicópata atraviesa los límites en sus actos psicopáticos.
     Tiene necesidades especiales, como el afán desmedido de poder, la atracción sexual por chicos que todavía no tienen definidos los caracteres sexuales secundarios (pedófilos), el gusto por comer carne humana (caníbales), el ansia de matar (homicidas), entre otras tantas.
     Cosifican, les quitan los atributos de persona a los demás para verlos como cosas, para usarlos y descartarlos como si fuesen cosas.
     Estas tres características: las necesidades especiales, la libertad interior expandida y la cosificación de las personas, los convierten en seres muy especiales. El psicópata no se considera igual al otro, sino un ser superior. Al cosificar al otro, les da un sentido utilitario a las relaciones con las personas, y las acciones psicopáticas sobre ellas no le generan culpa.

Empatía
     El psicópata carece de empatía, es decir, trata de colocarse en el lugar del otro y no puede. Es una incapacidad que tiene, por eso no le importan los efectos negativos que puede tener su accionar sobre el otro. Y, a la inversa, la persona común no puede comprender lo que pasa en la mente de un psicópata. Muchos se desgastan inútilmente en razonar el porqué de las conductas psicopáticas, pero es una lógica tan diferente a la común que no es posible comprenderla.

Psicopatía y egoísmo
    A diferencia del psicópata, el egoísta reconoce límites. Por ejemplo, un narcisista tiene límites y cierta consideración, aunque sea mínima, hacia las personas. Hay que recordar que el gran espejo en que se mira el narcisista son los otros, y aunque los tenga en menos y los mire de soslayo, necesita de la mirada de los otros.
     El psicópata, en cambio, necesita manejar la voluntad del otro. Por eso la "cosificación" es un concepto importante para describir a un psicópata, porque el psicópata no ve una persona con derechos, sino a una cosa, un objeto a ser utilizado para su propio beneficio.
     Tener necesidades especiales y cosificar hace que los psicópatas sean, además, personas activas, de acción, lo que significa que no se puede hablar de un psicópata tranquilo rumiando en su casa su psicopatía, fantaseando. El psicópata es una persona de acción y acciona. Y es por su acción que satisface sus necesidades especiales.

La mentira

     Para el psicópata la mentira es una herramienta de trabajo. Él sabe que está mintiendo y utiliza la mentira para conseguir sus objetivos. Esa mentira tiene una característica: es absolutamente convincente y creíble. El psicópata es alguien que miente mirando a los ojos y con una actitud relajada, es muy persuasivo, miente de manera muy artística.
     Todos mentimos un poquito, pero como la mentira es algo que nos inculcaron como un valor negativo, tenemos una repercusión emocional mínima cuando lo hacemos, y esto se delata en el cuerpo; la mentira en las personas comunes tiene su traducción corporal: algunos se rascan la oreja, otros bajan la vista, otros se sonrojan, los más inhibidos realizan toda una serie de pequeños movimientos, y cuando se conoce a la persona se advierte que hay algo que no está bien.
     En el psicópata la mentira no se detecta, miente artísticamente, usa la mentira con la habilidad de un artesano. Para las personas comunes la mentira es una infracción, para el psicópata es parte de su arsenal; la usa como usaría cualquier otra artimaña para doblegar la voluntad del otro. El psicópata tiene miles de argumentos para sustentar lo que hace, los inventa en el momento y de acuerdo a la persona que quiere manipular, dado que tiene la habilidad de decir lo que la otra persona quiere escuchar, si se ve sorprendido en una actitud psicopática. Y si para cambiar la voluntad del otro necesita llorar, rogar, arrastrarse, gritar o pelear, hará lo que sea necesario para conseguir la restitución del circuito psicopático. Hace lo necesario para que su esclavo no escape.

Insensibilidad

     Hay que pensar que son personas que tienen gran tolerancia a la tensión, al asco, a situaciones de crisis, gusto por el riesgo y también un grado de insensibilidad superlativo, por lo que la medicina forense, por ejemplo, donde se dedican a abrir cadáveres, a comprobar qué tipo de mosca es la que llega primero al cadáver y en función de eso hacer un cálculo de la hora de muerte, a analizar todos los residuos pestilentes que provienen de la muerte, para algunos psicópatas puede ser muy atrayente. Hacer neurocirugía infantil, por ejemplo, donde hay que tomar un instrumento, abrirle la cabeza a un bebé; hacer evisceraciones, formar parte de bomberos, formar parte del personal de seguridad de choque, también para los psicópatas puede ser muy atrayente. Podemos seguir enumerando actividades que en personas comunes provocarían una gran inhibición que redundaría en un mal desempeño, lo que no implica, por supuesto, y esto es muy importante destacarlo, que todas las personas que se dedican a estas actividades sean psicópatas, sólo que un psicópata cotidiano preferiría este tipo de trabajo

No es una enfermedad

     La psicopatía es una forma de ser; se es psicópata, no se está psicópata. Es una variedad de individuo, no va a cambiar nunca, es así. Es una forma de ser en el mundo que aparece en cualquier estrato social y en cualquier condición familiar. El que sufre y es pasible de tratamiento es el complementario del psicópata, que es el que convive o permanece mucho tiempo bajo la influencia del psicópata. El complementario va sufriendo los desgastes propios del sistema psicopático. Mientras el psicópata permanece sereno, tranquilo, sin desgaste, el complementario se agota emocionalmente y produce una serie de cuadros que ya son propios de la psiquiatría: estrés, primero; depresión, después y luego cualquier otra enfermedad somática. El cáncer es frecuente entre los complementarios.
     El psicópata no es un enfermo. Esto es un dato importante, no solamente desde el punto de vista médico, psiquiátrico, sino también legal, porque al no ser un enfermo no entra en las consideraciones del Artículo 34 del Código Penal sobre inimputabilidad; es una persona responsable penalmente y pasible de ser penada por los hechos negativos que realiza para la sociedad. Tiene conciencia absoluta al momento de realizar sus actos, de los ilícitos y de la dimensión de los ilícitos que está cometiendo; conoce las leyes, sabe la diferencia entre el bien y el mal y opta por generar una violación, por ejemplo; o sea, es absolutamente consciente de lo que hace.
     El psicópata cumple también un función social: es "el héroe" en los campos de batalla, es el empresario que se plantea objetivos de riesgo y hace empresas impensables para el común, es el militar de alma que va al choque, es el policía elegido para los grupos comando y se tirotea con los delincuentes -que son psicópatas, pero de otro signo-, juega muy pesado. Llamo extravagantes a estos psicópatas que benefician colateralmente a la sociedad mientras satisfacen sus necesidades especiales, pues recordemos que el psicópata siempre trabaja para sí mismo, es ególatra. Es el caso de un político, por ejemplo, que en su afán de mantener el poder beneficia a un sector de la población, los que pueden votarlo, como un efecto secundario a su objetivo principal: no ceder el poder.

El psicópata cotidiano

     El común de la gente reserva el nombre de psicópata para aquel psicópata estridente, el asesino, el violador, el caníbal. Sin embargo, existe el psicópata cotidiano, el que no es asocial. Es el que deambula entre nosotros, el que parece uno de nosotros, pero tiene su lado oscuro. Obra psicopáticamente sobre grupos reducidos: en los clubes, las barras bravas, en congregaciones religiosas, en los comités, en la oficina... Cuando no puede ejercer el poder sobre estos tipos de organizaciones lo ejerce sobre su familia, que se convierte en una familia disfuncional, donde él es un sol negro que hace girar a todos a su alrededor, provocando una serie de patologías en los miembros.
     Es difícil detectar al psicópata cotidiano, ya que es muy persuasivo; realiza actos psicopáticos y después los "emparcha" con palabras, y como las personas priorizan las palabras a los hechos, se quedan con las palabras que les dice el psicópata y no con los hechos, las evidencias.
     El psicópata no se muestra el ciento por ciento del tiempo como psicópata, es más, sólo lo hace en determinados sitios y con ciertas personas. Con los demás se comporta como un común, de ahí que sea tan difícil detectarlo. Hasta el asesino serial puede mostrar una cara adaptada a la sociedad y una cara oscura. Por que en muchos casos se lo ve como una persona común, y cuando se descubre su lado siniestro suele producir una gran sorpresa entre quienes lo conocían en su faz cotidiana.

¿Los psicópatas nacen así o se hacen?

     Sospecho que los psicópatas nacen así. Pero sí estoy seguro de que no se hacen. La psicopatía no es una cuestión ambiental, se da en todo estrato social, en todo tipo de familias, no tiene nada que ver ni la clase, ni el país, ni el idioma... Incluso los esquimales, que son pocos, hablan del psicópata.
     Es probable que se deba a mutaciones genéticas más que a herencia, pero esto es sólo una presunción, no existen fundamentos científicos aún. De un padre psicópata no nace un hijo psicópata ni después hay un nieto psicópata.
     El psicópata es una persona que siempre será igual, repite una y otra vez las mismas acciones, negativas para la sociedad, porque para él tienen su lógica. Él responde a sus códigos propios, en consecuencia, no siente lo que denominamos culpa por los actos psicopáticos que comete, no le interesan las consecuencias que tengan sobre las personas, repite las mismas acciones. No hay retorno sobre este tema en la psicopatía. Por eso se ha luchado tanto para que exista un registro de violadores reincidentes, porque van a violar una y otra vez.
     Al psicópata lo podemos hallar en todas partes, con mayor o menor estridencia en sus actos o en la valoración social de estos actos, pero siempre provocando sufrimiento cuando sus actos no son socialmente útiles.

Detectar a un psicópata

     Los mafiosos suelen decir: "Al buen mafioso no se lo ve venir". Eso es lo que hace el psicópata. Uno no lo ve venir. Cuando lo vio, ya está lejos o ya realizó el acto. Hay que recordar que la psicopatía se manifiesta en actos. No obstante, el psicópata presenta una serie de características -códigos propios, libertad ampliada, cosificación, etc.- que si las conoce permiten plantear una hipótesis inicial.
     Hay indicios ya en la niñez. El pequeño psicópata no maneja todo el arte que más adelante va a adquirir, pero se puede observar crueldad con las mascotas, conductas agresivas severas con otros chicos, relacionarse con ellos de modo utilitario, ser díscolos al momento de respetar normas o autoridades. El psicópata no tiene amigos, amigos en el sentido de "amigo del alma", puede tener muchos conocidos porque los necesita para ir sacándoles algo, los usa. Son tan persuasivos, tan carismáticos, tan buenos actores, que las personas se quedan alrededor de él creyendo que son amigos. Estos indicios se acentúan en la adolescencia; en la infancia, si bien están presentes, generalmente son tapados por el amor y la tolerancia de los otros: "No, este chiquito tiene mala conducta porque la madre tiene esto", "los padres se separaron", se los cubre, y cuando se quisieron acordar ya es tarde. Por otra parte, estos niños suelen ser muy simpáticos y parecer más maduros que el resto de su generación. Tratan de igual a igual a sus maestras, no les importan las sanciones disciplinarias ni las notas bajas, aunque suelen ser muy inteligentes.

El psicópata y el poder

     Una de las necesidades especiales del psicópata es el poder. El psicópata ama el poder porque con poder consigue lo que requiere para satisfacer sus necesidades. En cualquier ámbito de poder, ya sea la política, la religión, la empresa, en cualquier ámbito donde haya acumulación de recursos y manejo de personas, ahí está él. La necesidad impele a la acción para satisfacerla. Por ejemplo, si la necesidad especial es de poder, más allá de que la satisfacción de cualquier necesidad especial requiera poder, el psicópata hará lo que sea para llegar al poder, usar su capacidad de persuasión, aliarse con el enemigo, dividir para debilitar y todo aquello que le convenga a su afán. El psicópata es muy persuasivo, y a tal punto que una persona común casi no tiene chance de evitar su influjo. Cuando la necesidad especial del psicópata es el poder, va por él "cueste lo cueste y caiga quien caiga", y, como ya se podrá prever, sin escrúpulo alguno. Una vez conseguido el poder, se aferra a él y no dejará, salvo que avizore que una retirada implicará un beneficio que incluya un posterior retorno fortalecido. En términos de poder político, estaríamos frente a un autócrata, alguien que trabaja para sí mismo, de quien dista mucho el político común, que siempre intenta consensuar y trata de lograr y sostener su poder en el consenso. El psicópata construye poder, elabora estrategias para construir ese poder y para conservarlo; tiene una especial habilidad para seducir y para tener un grupo de gente que lo rodee, sus segundones, sus secuaces, que lo refuercen.

Trabajo sucio

     La sociedad recurre al psicópata para que haga lo que se llama el "trabajo sucio", para que solucione la crisis valiéndose de formas que condena, pero como única alternativa para zafar. Así, el psicópata representa, en determinado momento, lo que quiere la sociedad. La sociedad, al principio, lo deja hacer porque considera que es la persona adecuada para resolver la crisis. El problema lo tendrá finalizada la crisis, porque el psicópata una vez encaramado en el poder no lo deja, y es muy difícil sacarlo.

Psicópatas en tiempos de crisis

 Los psicópatas toleran un monto muy alto de tensión, se mantienen imperturbables en momentos críticos, por lo tanto, fácilmente serán buenos dirigentes en momentos de crisis. Son capitanes de tormenta. Entonces, en tiempos de crisis, la propia sociedad los busca. El problema reside en que cuando pasó la crisis y se quiere volver a un Estado democrático, donde haya discusión, tolerancia, intercambio de ideas, el psicópata no quiere dejar el poder. Y una de las herramientas para mantener el poder es generar nuevas crisis, además de recurrir al miedo: "Después de mí, la nada, el caos". El culto hacia su persona, que él mismo fomenta y sus secuaces abonan, forma parte de la estrategia del poder junto con una serie de ritos que se siguen, como recurrir al dar o quitar selectivamente a sus auxiliares, según respondan o no a sus órdenes o deseos y la lealtad que muestren. Son formas de manejo de poder, muy propias de los psicópatas, a diferencia de los líderes comunes. El líder común comparte ideas y comparte recursos. El líder psicópata, no.

Matices

     Hay que diferenciar a los psicópatas de los caudillos. Un caudillo es un líder natural. El caudillo tiene la característica de atraer a los demás como un imán, pero a su vez es una persona justiciera, recta. La gente sabe que el caudillo puede ser duro, pero en su accionar es justo. Esa es la característica que lo diferencia netamente del psicópata. El psicópata es básicamente injusto, y uno se somete a él porque no le queda otra alternativa. Al caudillo se lo sigue con justo, con admiración.

La frustración

     El punto débil, el talón de Aquiles del psicópata es la frustración. Cuando tiene un proyecto y ese proyecto no sale como él lo planificó, tiene lo que se llama una frustración. Y la frustración lo desorganiza, entonces el psicópata pierde una de sus herramientas más eficientes, que es el control sobre sí mismo, y por lo tanto, sobre los demás. Se descontrola, y en su descontrol, al ser empecinado, sigue su objetivo y no le importan las consecuencias de perseguirlo descontroladamente. Cuando se frustran sus objetivos se descompensa, y es ahí donde se lo puede ver como psicópata, tal cual es, ahí realmente es vulnerable porque no se controla a sí mismo, comete errores y muestra su parte oscura. Puede ser muy agresivo, e inclusive puede llegar a hechos de mucha violencia. En esos momentos se muestra otra característica, la defensa aloplástica, él nunca tiene la culpa de nada, si algo sale mal, no es porque a él le falló la perspectiva de la realidad, sino que fue culpa de los otros, porque nadie lo entendió o no llevaron adelante sus premisas tal cual él lo indico. Aunque sus obsecuentes le muestren las evidencias de que siguieron sus indicaciones a rajatabla. No se le puede discutir a un psicópata. El psicópata tiene la razón porque, de acuerdo a su criterio, sabe lo que hace. Tiene a estas personas que lo secundan, y no son personas negadas intelectualmente, al contrario, suelen ser personas muy capaces, pero que siguen al unísono las órdenes de modo vertical. El psicópata no tolera ser contradicho.

Las banderas del político psicópata

     La bandera que todos los políticos psicópatas usaron siempre fue la suprapersonal, más allá de la persona en sí. No dice: "Señores, yo quiero perpetuarme en el poder para mí", lo hace para el país. Esto se ve bastante, también, en líderes religiosos psicópatas, que apelan a la salvación en el más allá. Otras banderas pueden ser la apelación al hombre nuevo, al proyecto nacional, la liberación, la raza superior, la nación, la patria. El psicópata necesita buscar un enemigo que genere temor y le dé la excusa para aglutinar a la gente detrás de su proyecto protector.

El entorno

     Los psicópatas se rodean de lacayos, sus complementarios, que suelen ser muy capaces, la mayoría profesionales que han conseguido un estatus intelectual importante y de pronto se encuentran en manos de psicópatas muy inferiores intelectualmente a ellos pero que los manejan como a siervos. Una vez que han escalado hasta llegar a un determinado nivel, que consideran satisfactorio por el momento, tratan de aferrarse a esa posición. Tratan de formar una estructura que les sirva para sostenerlo. Un líder sin estructura es como un francotirador, sólo dispone de su fusil. Habitualmente el líder común también tiene gente que lo sigue, pero por lo general es permeable a cierta cantidad de sugerencias y acepta ciertas críticas. El líder psicópata simplemente ordena y los demás obedecen, usa el miedo, siempre hay alguna amenaza latente para el grupo, para el país; siempre hay una crisis que está en marcha, o que puede venir, o un enemigo que está por avanzar. El miedo por un lado, y la distribución de los recursos, por otro, hacen que se vaya sustentando cada vez más en el poder.